Te levantas una mañana con prisas. Corres hacia tu armario y escoges lo primero que ves, poniendo solo el cuidado justo para que la combinación de ropa no dañe la retina. Has logrado, en un día ajetreado, no atentar contra el dictado de la moda básica, pero ¿sabes cuánto ha sufrido el ecosistema, con lo que llevas puesto? ¡Fíjate bien, cooliflowerense, te sorprenderás!
(Nota para filólogos y gentes de buen hablar: Ropambiental es una palabra creada para este post, no la busques en el diccionario).
Nunca es recomendable la ropa interior con tejido sintético porque evita la transpiración, lo que favorece el olor corporal, así como la proliferación de hongos; dicho esto por el bien de las relaciones sociales: Estás poniendo en contacto a tu piel con petroquímicos no biodegradables que requieren de mucha energía para su fabricación. En la mayoría de los casos la contaminación es altísima. El nylon, por ejemplo, se fabrica emitiendo óxido nitroso, 300 veces más dañino para la atmósfera que el dióxido de carbono. Teme a esos gayumbos coloridos…
Camiseta interior antiarrugas
Repetid con nosotros: Antiarrugas, malo. Si la camiseta no se arruga piensa mal y acertarás. Normalmente los tejidos “fáciles de planchar” son tratados con tóxicos de formaldehido, una de las peores lacras químicas que se está prohibiendo en los productos de belleza. ¡Cómo será, que en la etiqueta de los tejidos piden “lavar antes de usar”!
Pantalón de algodón convencional
El algodón convencional (no orgánico) es el cultivo campeón en plaguicidas y químicos. ¡Ojo! Además de contaminar el campo durante el cultivo, afecta seriamente a los trabajadores que lo manipulan. Hay tintes realmente dañinos para el ecosistema que utilizan metales pesados como fijadores. Los productos químicos utilizados durante todo el proceso no se “evaporan” al llegar a la tienda y pueden permanecer durante muchos lavados, cuando no para siempre. Que no te extrañe sufrir irritaciones o picores.
El origen de este tejido es la pulpa de madera, por lo que podríamos pensar “ah, tampoco es tan artificial”, pero hay que tener en cuenta que el proceso es… complejo. Tomado de Wikipedia: “La celulosa proveniente de fibras de madera o algodón se trata con hidróxido de sodio, y luego se la mezcla con disulfuro de carbono para formar xantato de celulosa, el cual se disuelve luego en más hidróxido de sodio. La viscosa resultante se extruye en un baño ácido o bien a través de una ranura para hacer celofán, o a través de un pequeño orificio para fabricar rayón”. Vamos, natural, lo que se dice natural, poco. Además, la pulpa suele provenir de árboles de rápido crecimiento como el eucalipto, responsables de que bosques de crecimiento lento desaparezcan en aras de la rentabilidad.
Calcetines de lana
En países como Nueva Zelanda, las ovejas se han cruzado para lograr más producción, lo que las lleva a contraen enfermedades. En un artículo de Animanaturalis, si tenéis estómago, podéis leer el detallado sufrimiento de los animales: “Esta antinatural sobrecarga de lana, que a menudo alcanza la mitad de su peso corporal, se convierte en un sufrimiento añadido en los meses de verano. A menudo mueren exhaustas por el calor. Paradójicamente, sólo en Australia mueren un millón de ovejas cada año por quedarse indefensas ante el frío tras ser esquiladas.
Las ovejas, para evitar parásitos, son expuestas a organofosforados. En sus orígenes, al principio del siglo XX, se utilizaban como gases venenosos. Los trabajadores agrícolas también los padecen.
Zapatos de imitación cuero
Ahora que proliferan las tiendas de zapatos asiáticas, muchos habéis (hemos) caído en la tentación de comprar un par de zapatos de aspecto decente por un precio indecentemente bajo. Normalmente os encontraréis con una característica básica, un persistente olor a disolvente y/o rueda de coche. Esta peste se debe a su composición química, o al tratamiento externo, no apto para todos los públicos (hay calzados tipo sandalia que han llegado a producir hasta quemaduras). No se trata de vetar todo lo asiático o barato, pero sí de andar con mucho cuidado, nunca mejor dicho. Hay que exigir un mínimo de calidad al fabricante, así como de responsabilidad con sus trabajadores.