La justicia holandesa ha absuelto de la acusación de incitar al odio y a la discriminación de los musulmanes a Geert Wilders (48), presidente del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), por afirmar que el Corán es tan brutal como el Mein Kampf, y que el islam es una ideología contraria a los valores occidentales.
El tribunal distinguió entre ser antiislam y ser antimusulmán. El primero repudia la ideología islámica y la justicia no lo condena, mientras que castiga el rechazo a las personas por motivo de su fe.
El político, que dirige el tercer partido en importancia de Holanda, mantiene posturas políticas generales más izquierdistas que derechistas, más incluso que los asesinados Theo Van Gogh y Pym Fortuyn.
Es también cercano a la antigua diputada liberal holandesa y ensayista de origen somalí, Ayaan Hirsi Ali.
De familia católica, hoy agnóstico, Wilders explica que se puede estar contra una creencia y no contra sus creyentes.
Es como ser catolicofóbico, sentir fobia por la doctrina católica, pero no por los católicos como seres humanos.
En la España previa a la Ley de Libertad Religiosa, de 1967, se perseguía el anticatolicismo en virtud de la imposición coercitiva de la religión que, unida a la dictadura, formaba el nacionalcatolicismo.
La ley del 67 elaborada por Fraga, junto con el Concilio Vaticano II, separaron el catolicismo español del totalitarismo.
Ahora, parte de la sociedad, especialmente de izquierdas, es ya cristianofóbica, y lógicamente no toleraría ser perseguida por expresar esa idea.
Si esto es así tampoco se le puede negar a nadie el derecho a ser antiislámico o islamofóbico.
Pero la izquierda cristianofóbica o cristianófoba acusa de xenófobo a Geert Wilders, uniéndose a los islamistas que lo han condenado a muerte.
Por tanto, aplausos, Wilders, aplausos, mundo libre, por separar Alá y César.
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Estamos con asuntos religiosos o ideológicos y de libertad de expresión. SALAS siempre tiene algo que decir.
Querían que Geert Wilders fuera como el artista chino, al que han conseguido callar tras hacerlo pasar por la cárcel.