La Genealogía se ha asociado tradicionalmente con la Nobiliaria y la Heráldica. Prueba palpable de ello son los numerosos institutos y asociaciones en todo el mundo hispano cuyas denominaciones oficiales, aún hoy en día, incluyen conjuntamente los términos Genealogía y Heráldica, primando en sus actividades, estudios y publicaciones el elemento tanto heráldico como nobiliar. Sin embargo, y quizás esta afirmación aún siga sorprendiendo a más de una persona, se trata de disciplinas diferentes, que como tantas otras del ámbito histórico tienen elementos comunes pero que son independientes y bien diferenciadas.
Pero… ¿por qué mantenemos la convicción de que la Genealogía debe ir unida a la Heráldica y la Nobiliaria ? La respuesta es sencilla ya que hasta fechas recientes los estudios genealógicos se realizaban únicamente sobre aquellos linajes que eran nobles o que se pretendía que lo fueran. A ello se unía que todo linaje noble debía poseer una heráldica familiar, conforme a su estatus. De este modo, los estudios en torno a un linaje debían contemplar las vertientes de lo genealógico, heráldico y nobiliario, siendo necesario adentrarse en las tres disciplinas para poder investigar y describir adecuadamente el conjunto.
No obstante, conviene precisar que la Genealogía en España ha tenido además otra función esencial que ha sido la de dilucidar la limpieza de sangre de las personas, es decir, la ausencia o no de antepasados pertenecientes a las malas razas, léase, judíos, moros o conversos de los que no se podía descender en ningún grado, por remoto que fuera.
El hecho de que la genealogía aclarase la nobleza o no de un linaje y/o su limpieza de sangre hizo recaer una presión insostenible sobre los genealogistas para que sus crónicas y certificaciones fueran acordes con el prestigio familiar que debía mantenerse, lo que favoreció la falsificación o manipulación de las filiaciones comprometedoras y el motivo de su descrédito como disciplina histórica. Todo linaje debía tener un origen noble inmemorial y limpio de toda mácula, remontable por lo general a los tiempos de Don Pelayo o, incluso mejor, al de los patricios romanos. Cualquier ascendencia humilde, oscura o sospechosa debía ser disimulada, descrita de forma ambigua o directamente inventada. Es el conocido caso de los matrimonios mixtos en la América Hispana en los que las mujeres de origen americano siempre son presentadas en las crónicas como princesas, hijas de caciques o de reyes, fuese cierto o no, para reducir en lo posible lo que se consideraba una mancha en la familia. Asunto aún más controvertido en el caso de los conversos, quienes con sus fortunas financiaron auténticos esquejes en sus ramas familiares logrando de este modo que pudieran sustituirse unos linajes por otros que denominaremos aceptables.
Como consecuencia de todo ello, si observamos las instituciones genealógicas más prestigiosas en España advertiremos su marcado carácter nobiliar. Sin ánimo alguno de exhaustividad podemos citar a la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, la Academia Valenciana de Genealogía y Heráldica o la Real Academia Mallorquina de estudios Históricos, Genealógicos y Heráldicos. Junto a ellas, asociaciones como la de los Hidalgos a Fuero de España, que ha realizado una incesante y meritoria labor de patrocinio de los estudios genealógicos, pero orientados y circunscritos al ámbito de la hidalguía.
Ahora bien, la Genealogía es definida con precisión por la Real Academia como la disciplina que estudia la genealogía de las personas. Es decir, la Genealogía es universal, no entiende de clases sociales, de estatus, de privilegios… toda persona tiene su propia genealogía y la disciplina debe ayudar al conocimiento de los orígenes, de todos ellos. Es bajo este prisma universal lo que hacer que la Genealogía constituya una auténtica pasión nacional en países como Estados Unidos, Francia o Reino Unido donde existe un denso entramado de asociaciones genealógicas totalmente desvinculadas de los estamentos nobles. La Heráldica y Nobiliaria son consideradas en estos países como algo que afecta a una pequeña minoría de la población y se estudian y promueven mediante asociaciones específicas, sin alcanzar las dimensiones de las puramente genealógicas.
Convendría por tanto que enfaticemos la nítida diferencia entre Genealogía, Nobleza y Heráldica. Dar a la primera un espacio propio y diferente, de modo que se considere una parte natural del patrimonio inmaterial de todas las familias, el conocimiento de los antepasados, sean cuales sean, sin maquillajes ni pretensiones, la Historia Familiar que todos debiéramos conocer.
Y no es este un alegato contra las tradicionales Academias, Asociaciones, Escuelas, Maestranzas u otras entidades de corte nobiliar. Tienen su razón de ser y deben continuar con su labor de estudio y difusión de la Nobleza, favoreciendo nuevos estudios que avalen o refuten las genealogías tradicionales de los nobles, bajo la perspectiva y exigencias de la investigación histórica moderna.
Pero además, la Genealogía en España precisa crear un espacio propio, independiente y abierto a la sociedad en general. Si así lo hace, como una herramienta para construir la Historia Familiar, se superarán los prejuicios que la rodean actualmente y podrá extenderse hasta alcanzar la notoriedad y difusión que mantiene en otros países de nuestro entorno europeo. Fomentemos cuanto antes las asociaciones, publicaciones, estudios y actividades en general centradas únicamente en la Genealogía, sin los elementos Heráldico o Nobiliario, con la convicción de que todos tenemos raíces familiares y puede resultar apasionante conocerlas, sean cuales sean.
Antonio Alfaro de Prado