Generación 15M

Publicado el 14 junio 2011 por Rbesonias


Es cierto; el movimiento 15M es plural, intergeneracional, pero su origen y el grueso de su foco de resistencia y discurso se concentra en jóvenes de entre 20 y 35 años. Este arco de edad protagoniza un colectivo de indignados que ha ido creciendo y al que se han ido adhiriendo ciudadanos de diversas edades y condiciones socioeconómicas.
Esta Generación 15M, pese a que nos sintamos seducidos a compararla con la de Mayo del 68, poco tiene que ver con ella. No solo porque las circunstancias históricas sean bien distintas, sino también porque su cultura y sus demandas difieren en gran medida de aquellas que gritaban los jóvenes airados de los 60. En primer lugar, la Generación 15M no pide lo imposible, ni pretende incendiar el sistema. En algunos medios, especialmente de inclinación conservadora, han intentado desprestigiar la imagen pública de este movimiento popular, tañándolo de antisistema y nihilista; con esto se pretende asustar a la ciudadanía e ir creando una sensación de que tan solo se trata de vagos y maleantes, jóvenes descerebrados y disruptivos que ensucian y berrean por las plazas, y a los que hay que echar y reprimir. Sin embargo, si miramos más de cerca, observaremos que esta generación vindicativa es heredera de la sociedad de bienestar y consumo, individualista, que la precedió. A diferencia de sus padres, más polarizados por el bipartidismo heredado de la Guerra Civil, la Generación 15M presenta una explícita indolencia hacia las proclamas ideológicas. Son jóvenes de escasa formación política, con poca información acerca de su pasado histórico, que escuchan la actualidad política con desprecio y escepticismo.
La generación de sus padres y abuelos votaba a un partido político porque se sentía inclinado hacia esa ideología, confiaba en que un programa es mejor que otro. La Generación 15M, además de sentirse saturada por la ingente profusión de mensajes políticos y su
infértil dialéctica, ve a sus gobernantes como meros gestores de los intereses públicos. No espera de ellos sino transparencia y efectividad, independientemente de su catecismo ideológico. Es la primera generación que está empezando a romper con los maniqueísmos heredados de la posguerra, reinventando una nueva forma de percibir la política y su papel como ciudadanos dentro de ella. Esto obligará a largo plazo a que los partidos políticos rediseñen sus discursos y la forma de acercarse a su electorado.
La Generación 15M demanda reformas reales, perceptibles, mejoras que se vean reflejadas en la vida cotidiana. Rechazan los discursos ideológicos como mera propaganda manipulativa o una cantinela sin sustento. Son pragmáticos y desconfiados con la clase política, a la que creen alejada de su electorado. Han encontrado en la red alimento a su indignación y vehículo eficaz para su organización como colectivo. Las nuevas tecnologías de la comunicación suponen una profunda brecha abierta entre ellos y las generaciones precedentes. Internet no es solo un juguete; está empezando a representar una nueva frontera generacional que transforma la percepción de la vida sociopolítica. No es extraño que una de las demandas de los jóvenes 15M sea rediseñar el sistema de comunicación entre gobernantes y gobernados. En la era de Facebook y Twitter, la información vuela. Ya no basta con vernos en las urnas cada cuatro años; hay que reactualizar los modelos de participación ciudadana, adaptándolos a este nuevo paradigma comunicativo.
Por otro lado, la Generación 15M, pese a su voluntad vindicativa, no deja de ser
por ello fruto perfeccionado de la sociedad de consumo que desarrollaron sus padres. De ahí que sus demandas busquen reformas que mantengan el bienestar adquirido y no peticiones románticas que desestabilicen el sistema. Quieren hechos, ni pregones ni catecismos. Y demandan que se articulen medidas de protección que impida que su dinero, el de todos los contribuyentes, acabe en manos de ladrones o despilfarradores. Quieren gestores honestos, profesionales eficaces. Los viejos discursos ideológicos del siglo XX son para ellos humo, solo eso, pasado, y en ocasiones retórica para despistar al ciudadano de lo importante.
La única inquietud que ronda a quien escribe es la facilidad con la que una ciudadanía entregada al pragmatismo desideologizado, adormecida por la industria del entretenimiento y amnésica hacia su pasado es más susceptible de ser seducida por populismos y extremismos. Por esta razón, se hace tan urgente que la clase política tome nota, empezando a analizar la naturaleza de esta nueva ciudadanía, porque obviar las transformaciones culturales del electorado puede dejarlos en manos del mejor postor. The Times They Are a-Changin', avisaba Bob Dylan. No preguntes por quién doblan las campanas, lo hacen por ti.
Ramón Besonías Román