Nunca fueron unos desharrapados: sabían beber, conversar y vivir. 64 años después de su aparición, los apestados de la literatura estadounidense ya son de los nuestros, y de que manera…
Pedir la partida de nacimiento a la generación de los escritores más drogadictos y macarras del siglo XX resulta imposible, así que haremos caso al poeta John Clellon Holmes, que fue él quien dio nombre al término que los engloba hace justo sesenta años. Y parece que no somos los únicos que se rigen por el mismo criterio, ya que este año algunas ciudades europeas se han propuesto arder como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas…
Notoria y a la vez desconocida es el gran aporte que materia literaria ha hecho la comunidad afro a la literatura en general.
La Generación Beat no fue un movimiento literario, sino otra cosa, algo más: fueron los marginales tomando voz y sentido atreves de la literatura en general…
Súbitamente comprendí que las cosas van y vienen / incluido cualquier sentimiento de tristeza: también se irá / triste hoy, alegre mañana; sobrio hoy, borracho mañana / ¿por qué inquietarse tanto?". Tanto lo bueno como lo malo tienen fecha de caducidad para los héroes anónimos de Jack Kerouac en su 'Poema del 16 de septiembre de 1961’. ¿Hay algo más GQ que una disposición tan suicida que aleje a los hombres de cualquier atisbo de ansiedad? Encumbramos a Cristiano Ronaldo, no dejamos de dar la paliza con Xabi Alonso y ponemos en primera plana a todo aquel que se avenga a unas reglas que cambian como las estaciones: las de ayer ya no sirven, y seguro que las de mañana serán diferentes de las de hoy. La portada de septiembre de nuestros colegas británicos la ocupan los caretos imberbes de One Direction... y el mundo sigue girando. Los cenizos de turno ya han puesto el grito el cielo con la idea, pero un verdadero 'Hombre GQ' nunca se vería amenazado por unos niñatos que sólo pretenden ligarse a la más guapa.
Pero volvamos al principio, ¿qué convierte a los beats en hombres dignos de nuestro conocimiento? Los protagonistas de esta generación, equivocadamente calificada como un movimiento literario, trataron de convertir la anécdota cultural de unos pocos en una obra inmortal. Nació de un colocón y murió ahogada en alcohol, igual que algunos de los más ilustres cuyo secreto de la literatura beat reside en sus brutales imágenes, concebidas para adquirir su máxima expresión en el cine. Así lo creía Jack Kerouac, autor de En el camino, cuando empezó a obsesionarse con Marlon Brando. En 2005 Christie's subastó por 30.000 € la carta que el escritor envió al actor en 1957. "Rezo para que compres los derechos de 'En el camino' y hagas la película", decía. Y añadía: "Quiero que hagas el papel de Dean [Moriarty], yo haré el de Sal [Paradise]". La petición fue rechazada por el actor, pero el sueño Kerouac se hizo realidad el año pasado, con Sam Riley y Garrett Hedlund como protagonistas.
Aunque BEAT y no de BEATNICK, han querido tener el mismo significado, en realidad el segundo nació de la unión del término beat (abatido) y el nombre del satélite ruso Sputnik, con la intención de sugerir una condición antiamericana en Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Borroughs, Neal Cassady y otros protagonistas de la Generación Beat, pues es claro que eran antipatriotas. Abominaban de todo lo que representaba su país y la cultura mercantilista, pero protagonizaron existencias tan turbulentas como sus personajes, denunciando las contradicciones del sistema. No hace falta mencionar que aquello les valió para que los trataran a puntapiés en Estados Unidos. Hasta el escritor Kenneth Rexroth, alma máter de la contracultura americana, denunció el daño que los beats infligieron a otros verdaderos rebeldes. Quién sabe, que todos sabemos que los artistas son muy envidiosos con sus semejantes
Al igual que los beats y los beatniks, la diferencia entre un 'Hombre GQ' y otro que no lo es radica en una ecuación tan sencilla que algunos no se la tragan: todo tiene que ver con la maldita a-c-t-i-t-u-d, la que hizo que Woody Allen se armara un lío en su cabeza y dijera en 'Match Point' que "más vale tener suerte que talento". De eso nada, que la suerte se trabaja y el talento es como tener pelazo o una minga descomunal, cosas que no se eligen pero que pueden ayudar a enamorar. No nos importa lo que defiendan o representen nuestros personajes, sino cómo lo hagan. Justo como los beats. Ni esos autores ni sus personajes fueron nunca hombres ejemplares, pero qué importa si tenemos en cuenta el autobús de los Merry Pranksters, la lisérgica expedición del escritor seudobeatnik Ken Kessy, autor de 'Alguien voló sobre el nido del cuco'. Llegaron a rebufo de la Generación Beat, pero su viaje a ninguna parte fue uno de los gestos de amor más bonitos desde el disparo de Verlaine a Rimbaud. Amor por el LSD, aclaramos, que valga la coincidencia también está de aniversario: el ácido lisérgico acaba de cumplir 70 años. ¿Que por qué? Esta vez la duda sí que ofende. El rechazo del sistema imperante, el uso de las drogas y la libertad sexual son sólo anécdotas en sus obras. Pero siempre mantuvieron la misma máxima: Lo esencial tenía siete letras.
Ese fue el entonces.
A partir de numerosas Cartas, que acaban de ser publicadas bajo ese mismo título entre Ginsberg y Kerouac durante años, da claridad de que la propuesta de uso fue para desnombrar un uso que era común a la vida marginal de la época que era de uso común de Herbert Huncke, muy conocido por sus excesos. Sin embargo, la mayor difusión se por This is the Beat Generation, un escrito para NEW YORK TIMES MAGAZINE, de John Clellon Holmes. A partir de ahí, el término comenzó a utilizarse de tal manera, que en 1959 Kerouac mismo consideró necesario sugerir otro sentido al uso de la palabra beat, indicando sus relaciones con "beatitud" ("upbeat") y "beatífico".
Para La Coleccionista de Espejos…
Las Gaby., Pérez R y Gaby Sol