Publicado por Diego Sánchez
Es dulce el gesto de llegar a casa, soltar las llaves, imaginar qué cenar (algo que no suponga mucho esfuerzo), acordarse de qué capítulo de la serie de moda nos falta por ver, algunas novedades en el fútbol, o en las vidas de los amigos que no están tan cerca, Facebook (¡vaya! mira quiénes han ido a visitar aquella ciudad), Linkedin (¡mira! alguien ha mirado tu perfil y alguien ha añadido una nueva habilidad), mira el grupo preferido de WhatsApp (alguien ha comprado algo o ha hecho algún plan y su deber era compartirlo), qué es imprescindible resolver para mañana, qué puede seguir esperando. Me apetece hacer algo, pero lo que seguro no me apetece es pensar. Se acaba el tiempo y a dormir entre destellos de pantallas, táctiles y no táctiles.
Si estas sensaciones te resultan familiares, si te provocan algún tipo de empatía… No, no es empatía.
Es la dulce disolución de la personalidad.
El fenómeno ocurre sin que nadie se percate, como la muerte dulce de provocada por una mala combustión. Sólo que en este caso eres tú el que se consume. Te quemas en el día a día como la basura espacial que arda al pasar del vacío del espacio al contacto con la atmósfera. La fricción es insoportable, la atmósfera demasiado gruesa, demasiado oxígeno. El resultado es el destello en el cielo de una existencia que se diluye.
No hay que preocuparse demasiado tampoco, si fuera una enfermedad no sería grave, sería como el tabaquismo, la costumbre diluye la gravedad.
Ahí está ese vacío que nos realimenta una y otra vez y nos saca de nuestra inquietud a la búsqueda en manada de soluciones, actividades grupales para consolarnos, el contacto humano, aunque gregario siempre reconforta.
¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste qué música te gusta? Es normal que no conozcas artistas, pero ¿qué género te gusta? La última vez que te preguntaste qué literatura te gusta, la última vez que leíste o aprendiste por espontaneidad, por un querer de verdad y no el remordimiento de no hacerlo o por conseguir un mejor trabajo, ¿de dónde has sacado ese remordimiento?¿Es tuyo?
¿Te gusta el cine?¿ Te gustaría dibujar, actuar, tocar un instrumento, estar en forma? De las anteriores hay una que es la más probable. Aprender requiere paciencia, nadie puede reconocer por la calle que estás aprendiendo algo nuevo “¡oye qué bien te sienta leer ese libro o aprender a cocinar!”, sin embargo el estar en forma te dará la recompensa social inmediata, incluso en cuestión de días. Ay, ¡qué seríamos sin ese caramelo imaginario!
Pero no nos engañemos, en realidad sí que estás aprendiendo cosas cada día, es imposible no hacerlo. ¿Pero eres consciente?
Has aprendido que te gusta la música que ponen en la radio, has aprendido que te gusta la película con mejor nota en Film Affinity, es cierto, ¡has aprendido estadística! La opinión media de miles de desconocidos valdrá automáticamente más que el mejor de los consejos de un amigo o conocido cercano. Será turismo de aventura ir a un restaurante sin haber mirado antes TripAdvisor.
Así es como se realimenta la disolución de la personalidad, la homogeneización del comportamiento, de los gustos, la discretización del hombre, pero no del individuo sino del segmento. Una vez homogeneizado el hombre en útiles sabores, será como influir en 10 individuos para influir a 100 mil. Un ser de naturaleza gregaria pero continua.
Recordemos la definición de hobby:
Actividad u ocupación que se realiza meramente por placer durante el tiempo libre: “todo el dinero que gana, así como todo su tiempo libre, lo dedica a su gran hobby: la restauración de relojes antiguos”
SINÓNIMO afición, pasatiempo.
La pregunta es ¿tenemos tiempo?¿qué hacemos con ese tiempo?¿Es lo que queremos de verdad, o huimos de nuestro autoconocimiento, por simplicidad, por pereza o simplemente por dinámica?¿Se ha convertido nuestro tiempo libre en pequeños espacios sin posibilidad, libertad o energía de pensamiento agarrándose a los resquicios de un bucle infinito que se repite cada día?
Estudié porque me gustaba el campo de mi estudio, estudié porque me gustaba estudiar, estudié porque mis padres querían que estudiase, estudié porque me gustaba la idea preconcebida de ese campo antes de conocerlo de verdad, estudié porque pensé que que aquello tendría salidas, estudié por una combinación de todo lo anterior.
Busqué un trabajo un trabajo de mi campo en buenas condiciones, busqué un trabajo de mi campo, busqué un trabajo que me llenase, busqué un trabajo, busqué unas prácticas que me permitiesen aprender y vivir, encontré algo, encontré la incompatibilidad, encontré el bucle, encontré el “esto es así”.
Pensé un trabajo da la vida, te permite vivir, te permite desarrollarte, te permite una familia, te permite relacionarte, te permitía trabajar para tener dinero para hacer lo que te gusta, te permite vivir para trabajar, te permite en pensar en un futuro idéntico al presente, te permite trasladar tus ilusiones a ese futuro idéntico al presente porque el presente no te da la posibilidad de ser tú, el trabajo nos hace homogéneos, con espacios de hobbies homogéneos, de pensamientos homogéneos, de intercambio homogéneo de materiales estúpidamente homogéneos.
Gasté mi dinero en los hobbies de mi época porque era lo que se hacía. Nunca tuve pasiones ni hobbies, tuve pasatiempos.
Matar el tiempo del presente esperando al futuro ideal es morir dos veces, una en presente y otra en futuro.
¡Viva lo heterogéneo!