He caído en un mar de confusiones. Lo confieso de entrada y sin muchas vueltas. Es que en realidad quiero ponerme a tono con los tiempos que estamos viviendo, no quiero cerrarme, deseo aprender a utilizar las palabras con delicadeza, evitando herir. Ahora no sé si pueda convencer a mi vecino Hugo, que a sus 70 años no quiere oír ni hablar de lo que ahora sí se puede hablar, no está dispuesto a abandonar su visión de mundo. Hace unos días él me contó que su nieta Maya comenzó a participar en una fundación para orientar a jóvenes sobre dos conceptos que suelen malinterpretarse y hasta utilizarse como si fueran sinónimos: ¿Género o sexo?… Vaya usted a saber.
Cuando Hugo me comentó esto, como buscando mi consejo, yo no supe qué decir porque no sabía bien la diferencia y, claro, nunca he sido buena para hacer gala de mi ignorancia, así que ni bien pude escapé de la incómoda situación. Me fui a casa y de inmediato consulté esta enorme duda con el DRAE. Ingresé la palabra género y fue la tercera acepción allí encontrada la relacionada con mi duda:
Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico.
Mientras que sobre la palabra ‘sexo’ dice lo siguiente:
Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.
Tal vez, luego de leer estas definiciones sus dudas no se despejen del todo, lo digo sólo porque eso me sucedió a mí. Tuve que ponerme a reflexionar al respecto y leer más fuentes para caer en la comprensión de que el género no es biológico, o sea, es una construcción cultural a través de la cual se les asignan a hombres unas tareas y a mujeres otras, según se crea que son aptos de acuerdo con su sexo. Esto no tiene nada que ver con algo procedente de la naturaleza o de la ciencia, se trata sólo de los acuerdos a los que las comunidades han llegado respecto de la distribución de tareas partiendo de sus prejuicios y creencias. El sexo, por su parte, es el conjunto de características biológicas, cromosómicas, etc. que se pueden reconocer en un individuo u organismo y clasificarlo de acuerdo con ellas como macho o hembra. Un ejemplo de esto sería que sólo las mujeres tienen ovarios y que sólo los hombres tienen espermatozoides. Esto es innegable. Lo que no es innegable es que las mujeres nacieron sólo para cocinar y los hombres para ver fútbol y hurgarse las bolas mientras tanto. Este último ejemplo le di a mi vecino Hugo cuando terminé de aclarar mis dudas y me sentí lista para hablar de ese tema. Él obviamente se molestó y encontró inapropiado que una señorita como yo utilice un vocabulario como ese. Claro, ya pueden ver que ni Maya ni yo hemos obtenido resultados aún en nuestra nueva misión de ayudar a Hugo a renovar su anticuada visión de mundo. No quiero ni imaginar el espanto que le dará cuando le hablemos de género no-binario… pero eso tendremos que dejarlo para la próxima caluguita de este mar de confusiones llamado Vaya usted a saber.
Antes de despedirme quiero hacer lo contrario a lo que se acostumbra en esta entrada. Siempre les dejamos en libertad de acción, les decimos que ahora que conocen la regla, hagan lo que quieran. Sin embargo, ahora les pedimos que tomen en cuenta lo aprendido y lo incorporen en sus vidas porque este conocimiento es muy valioso para comprender el fondo de los cambios que se quieren introducir en esta sociedad que, sin duda, ha estado muy equivocada mucho tiempo.
Por Cristal