¿Genialidad o tomadura de pelo?

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Lo han vuelto a conseguir. David Lynch y Mark Frost han conseguido, más de veinticinco años después, dividir al público, entre quienes al ver el primer capítulo de la tercera temporada de Twin Peaks decidieron que no volverían a caer en semejante tomadura de pelo y los que disfrutan de cada propuesta de la serie con la sensación de que por fin ha vuelto un genio a producir un producto televisivo. Para horror de algunos amigos y familiares, me encuentro en el segundo grupo. Cuando se estrenó esta serie, que sobrevivió sólo por dos temporadas, lo que hoy se consideraría un fracaso rotundo, yo tenía trece tiernos años, así que, en pleno descubrimiento de la adolescencia, el universo de Twin Peaks era un mundo tan sorprendente que era imposible que no me quedara pegada al televisor, aunque no entendiera la mitad de planteamientos de sus creadores. Con el tiempo, pude volver a verla y disfrutar del humor, del terror, de la monstruosidad, de la hipocresía descubierta o del mundo onírico que combina sexo y religión a su antojo.

Con esta tercera temporada vuelvo a disfrutar de la banda sonora de Angelo Badalamenti, que forma parte ya sin remedio de la mía propia, y contemplo el paso por el purgatorio del agente Dale Cooper como si tuviera noticias de un viejo amigo. Si buscan explicaciones al asesinato de Laura Palmer en el pueblito de Twin Peaks y lo que aconteció con el agente Cooper y con los parroquianos del lugar no se molesten en ver esta tercera temporada. Pero si quieren disfrutar de la construcción de ambientes, de los efectos sonoros, de la reconstrucción del mal y del bien, de la ironía, del humor más crudo o de la más elaborada creación surrealista, pasen a la habitación roja y disfruten.

Imagen extraída de welcometotwinpeaks.com.

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