Por Rosa Miriam Elizalde
Estoy en Berlín, invitada a la Conferencia Rosa Luxemburgo, que cada año recuerda a la brillante intelectual marxista, ejecutada con un disparo en la nuca el mismo día en que le dispararon por la espalda a su compañero de luchas, Karl Liebknecht, el 15 de enero de 1919. Los que cometieron esos crímenes más tarde ayudaron a Hitler a alzarse con el poder. Para la filósofa Hannah Arendt, el asesinato de Rosa y Liebknecht supuso un punto de inflexión en la historia, que definió como la línea que separaba la Alemania de antes y de después de la Primera Guerra Mundial.
El sentimiento que impera ahora entre la izquierda alemana es de suma preocupación, porque de nuevo se ha cruzado la línea. El vocero del gobierno federal, Steffen Hebestreit, confirmó el envío de tanques Leopard a Ucrania con el argumento de que para Alemania es una cuestión de vida o muerte con respecto a la defensa del propio país. Los discípulos del general prusiano Clausewitz se empeñan en creer que es mejor una buena guerra que una mala paz, y resuenan los tambores de lo que podría acabar siendo una tercera guerra mundial.
Si la lógica de las armas intenta conducir a Alemania rearmada hacia una conflagración mundial devastadora, las armas de la lógica hace rato legislan y gobiernan las subjetividades, al punto de que algunos de los turistas de Sachsenhausen, sin el más mínimo pudor, se toman selfies haciendo equilibrio sobre las ruinas de una cámara de gas. El determinismo económico más grosero, la eliminación de referentes históricos y la perspectiva de futuro, la trivialización y la manipulación de la vida, ni siquiera tienen que cruzar los límites del sentido común. Están aquí, con violencia literal y tácita normalizada en los medios de comunicación y las plataformas sociales.
La banalidad del mal es la negación del pensamiento. Hannah Arendt acuñó el concepto tras presenciar el juicio al oficial nazi Adolf Eichmann, de quien ella afirmó que era un hombre terriblemente y temiblemente normal, un burócrata, parte de un engranaje asesino. Él se había limitado a hacer la parte que le correspondía. El mal no olía a azufre ni tenía cuernos. Era banal, era un buen vecino, gente como uno. Gente que consume y crea comida rápida virtual de cualquier cosa y sin pensar demasiado, mientras Berlín envía 14 Leopard a la guerra.Rosa Miriam Elizalde - Periodista y escritora cubana. Doctora en Ciencias de la Comunicación y autora o coautora de los libros “Antes de que se me olvide”, “Jineteros en La Habana” y “Chávez Nuestro”, entre otros.