
Murray escribió un precioso ensayo sobre una curiosa paradoja: Niebuhr, historiador danés cuya actividad académica más importante transcurrió en las universidades de Berlín y de Bonn, ha tenido mucho más eco y presencia en el mundo anglosajón que en el germánico. Durante los míticos años del segundo decenio del siglo XIX, en la flamante Universidad de Berlín, se delinearon las líneas maestras de lo que iba a ser la universidad moderna. En ella, Niebuhr puso los cimientos de la historia antigua concebida más allá de la reverencia a los testimonios de historiadores como Tito Livio o Tácito. El artículo de Murray, sin embargo, no comenzaba en Berlín, sino en Roma. El autor había tenido el privilegio de habitar las mismas habitaciones donde había residido Niebuhr, precisamente en la rehabilitación moderna del teatro Marcelo. En septiembre de 2011 visitamos Roma durante un fin de semana. Poco antes de cruzar el Tíber, pasamos junto a la sinagoga y el teatro Marcelo, y allí no tuvimos más remedio que evocar aquella estancia del historiador en Roma, mientras descubría palimpsestos, o textos ocultos bajo otros textos, en la Biblioteca Vaticana. Niebuhr pudo vivir de primera mano la Roma antigua y soñar con antiguas baladas que contaban las viejas hazañas de los héroes, aquellas que después Tito Livio recog
