Corre el año de 1939: el régimen de Adolf Hitler, sorprendentemente ha conseguido anexionarse los Sudetes Checos, e invadiendo Polonia, ha desatado nuevamente un segundo conflicto en el que Alemania está involucrado militarmente. Un humilde carpintero de nombre Georg Elser, comienza a urdir un plan para librar a su país del dictador que durante seis años, ha arrastrado a Alemania ad portas de una nueva guerra en un país empobrecido. Elser nacido en 1903, es de origen humilde; la situación de pobreza familiar, y un padre alcohólico, le obligan desde muy joven a ganarse el pan en oficios diversos. Pronto descubrirá en la carpintería la manera de hacer algún dinero de manera digna. Es un trabajador dedicado que invierte tiempo en sus trabajos; es también un librepensador. Cuando asciende Hitler al poder, Elser comienza a ver con preocupación cómo las políticas autoritarias del Nacionalsocialismo, con sus espejismos estadísticos, como la reducción de los índices de desempleo y la reactivación de la maquinaria industrial alemana, empiezan a ganarse un lugar entre la gente del común.
Muchos alemanes mostraban una franca repulsión al hombre que espoleaba a los conservadores y ultranacionalistas, en contra de comunistas y judíos. Friederich Reck, un prusiano culto, narra en un pasaje de sus memorias que en 1932, en una cafetería tuvo a unos pocos metros al petimetre de bigotito que andaba siempre con su guardia de corps por las calles de Múnich. Con un arma cargada, dada la situación de inseguridad de aquel entonces en la empobrecida Alemania, Reck, recordó que hubiera podido disparar a aquel hombre despreciable que parecía un personaje de tira cómica, y terminó pensando que era mejor no desperdiciar la bala en aquel petimetre ridículo.
Volviendo al carpintero Elser, en 1938 empieza a trazar en su mente un plan para deshacerse de Hitler y sus secuaces. Cada año los nacionalsocialistas organizan la conmemoración del Putsch de Múnich de 1923; celebran el 8 y 9 de noviembre en la cervecería Bürgerbräukeller, cuando por poco consiguen dar un golpe de estado. Conociendo esto, Elser organiza su plan y alquila una habitación donde empieza a preparar los elementos que llevarán a la aniquilación del monstruo austriaco. Consigue armar el mecanismo de relojería para adosarlo a la bomba, así como de manera cinematográfica, logra ingresar a la cervecería donde Hitler dará su discurso de aniversario. Se oculta dentro del local, y ya entrada la noche, trabaja solitario y sin cesar para ejecutar el atentado perfecto. Horada lentamente el pilar que sostiene la estructura, ocultando los restos en una maleta que lleva consigo. No hay manera de echar marcha atrás el curso de la historia. El mecanismo del reloj hará estallar la bomba, en el pilar cerca al proscenio donde el Führer dará su alocución. Todo parece salir con arreglo a los planes, sin embargo, en otro giro del destino a favor del tirano, el plan comenzará a naufragar. Los horarios que estaban calculados para el discurso se alteran por distintos factores: desde la invasión de Polonia hasta el clima al momento del despegue del avión. Finalmente Hitler y su séquito llegan a la cervecería. El acto termina antes de lo previsto, y casi un cuarto de hora luego de que el dictador abandone la Bürgerbräukeller, estalla la bomba.
Georg Elser huye de Alemania cerca a la frontera con Suiza, es detenido por una patrulla. En su maletín, las pruebas que lo incriminan con el atentado en Múnich, hace que lo deporten a Berlín. La Gestapo le tortura en extenuantes jornadas para que confiese que no ha actuado solo. Los nazis no salen de su asombro: no creen que un pobre diablo como Elser, un miserable carpintero haya tenido por instantes la Espada de Damocles para acabar con la dictadura nacionalsocialista, con el Reich que ha de durar mil años. En Sachsenhausen es encerrado en un calabozo para prisioneros políticos, donde son tenidos con vida por lo que representan para el Reich: propaganda e información valiosa de otras posibles conjuras. Las intenciones del Ministerio de Propaganda de Göebels pretendían juzgarlo tras la derrota de los aliados por parte del Reich, demostrando así al mundo entero, el aciago destino que les esperaba a los enemigos de Hitler.
Elser estuvo preso durante toda la guerra en Sachsenhausen. Sin embargo corrió con el mismo destino de Freiderich Reck, el caballero prusiano al que nos referimos antes y que fue muerto de un disparo en la nuca en 1945, en el campo de Dachau, casi en las postrimerías de la debacle del régimen nazi. Allí el 9 de abril, George Elser, fue guillotinado por agentes de la Gestapo antes de que los aliados pudieran liberar el campo de concentración. Los nazis, hábiles en la eliminación sistemática de la memoria, sin embargo no pudieron enlodar la heroica gesta de Georg Elser, que como muchos otros alemanes dignos, estuvieron a punto de eliminar al nefasto bufón de bigote ridículo, que llevó a la muerte a millones de personas en todo el mundo, todo por un dogma absurdo.