Georg Friedrich Händel y El Mesías

Publicado el 15 febrero 2011 por Jordiguzman

Georg Friedrich Händel (1685-1759), retrato de Thomas Hudson, 1749

En 1737 Georg Friedrich Händel tenia 52 años, hacia veinticinco que se había trasladado de  su Alemania natal a Inglaterra y hasta cambió su nombre por “George Friedrich Handel”. El  trece de abril de dicho año Händel sufrió una, como se llamaba entonces, apoplejía, es decir, un derrame cerebral que le inmovilizo la parte derecha de su cuerpo, un cuerpo, por cierto, enorme, era un autentico gigante. El medico que lo atendió, a la pregunta de que si podría volver a trabajar o componer contesto: “Tal vez podamos conservar al hombre. Al músico lo hemos perdido. El ataque ha llegado al cerebro”.

Y así siguió por un tiempo postrado e inmovilizado hasta que su medico le aconsejo que se fuese a Aquisgrán, un lugar celebre por sus termas y balnearios, allí le aconsejaron que no sobrepasase las tres horas de inmersión en las calientes aguas, pues podría ser fatal para su corazón, pero el músico teutón, cabezota y enorme, se pasaba nueve horas sumergido en el agua para espanto de los médicos. Pero finalmente se recupero, y no solo eso sino que recupero por completo el control de su cuerpo y gracias a un extraño efecto secundario de la enfermedad empezó a componer como un poseso.

“He vuelto del Hades” le dijo al alucinado doctor cuando llego a Londres, y así compuso una, dos, tres operas, los oratorios Saul e Israel en Egipto, en una loca efervescencia creativa. Pero las cosas le empezaron a ir mal, el país entro en guerra con España, ese invierno fue tan frió que la gente atravesaba el Támesis andando o en trineo y las deudas (y los acreedores) empezaron a perseguirle. Paso el tiempo, era 1741, y las cosas no mejoraban, incluso tiene que dar un concierto benéfico (benéfico para él) para pagar a sus acreedores.

Paso medio año de penurias, desesperado, sin trabajar ni componer apenas.  Una bochornosa noche llago a casa y encontró una carta que le enviaba Charles Jenens, el poeta que había compuesto para él, los textos de Saúl y de Israel en Egipto. En ella le ruega que musique este oratorio, en forma de ópera, que ha compuesto. Händel se lo toma a mal, piensa que es una mofa, que se burla de él en su desgracia y rompe la carta, pisoteándola. Pero como a menudo ocurre, ya en la cama, el músico no dejaba de pensar en la carta y lo que le proponía Jenens, finalmente se levanto y empezó a leer el libreto. A partir de aquí una especie de delirio místico le atacó sin remedio, fue leyendo pagina tras pagina identificándose con la vida de Cristo, pues de eso trataba el libreto llamado El Mesías, con sus penurias y dificultades.

Comenzó a escribir esa misma noche, a la mañana siguiente solo permitió que entrase su ayudante para copiar y poner en limpio lo que escribía con fruición. En tres semanas el músico no se movió de la habitación, componiendo sin parar. Ni para alimentarse se detenía, agarrando la comida con una mano mientras que con la otra escriba. Cuando  los acreedores visitaban su casa, los cantantes venían solicitar una cantata o recibía una invitación de la casa real, eran rechazados por el criado que no podía ni hablar con el inspirado y furibundo músico. Al acabar, como se ha dicho, en tres semanas, algo inaudito, se acostó y durmió, medio inconsciente, 17 horas seguidas lo que hizo que su criado se asustase y llamase al medico, temiendo otro ataque. Cuando el medico se presento Handel estaba comiendo y bebiendo copiosamente completamente recuperado. Así compuso este gran músico el magnifico y famoso oratorio.

Podéis escuchar el oratorio completo en Spotify en una versión de la Royal Philharmonic Orchesta.

Lectura recomendada: Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zeig, en donde hay un relato dedicado precisamente a este suceso y que he utilizado como fuente.