Hace ya algunos años que vengo incubando la idea de que los artistas alemanes están locos de atar. Y cada vez que veo un espectáculo de una compañía alemana, la idea se convierte en una certeza.
A un clic, continúa la crítica de Héctor Toledo sobre el espectáculo del pasado domingo en el FÀCYL de Salamanca.
Es el caso del Nationatheater Mannheim y su espectáculo “Gespräche mit Astronauten (UA)”, que desde el primer instante del espectáculo, dejó al público del Teatro de Caja Duero clavado en el asiento, intentando digerir el torrente de palabras con el que los 6 actores alemanes (había un séptimo vestido de astronauta que pululaba constantemente de acá para allá, pero que no abrió la boca) bombarderon al espectador durante una hora y cuarenta y cinco minutos de espectáculo.
Un ritmo vertiginoso que a más de uno que no teníamos la suerte de saber alemán, nos puso en aprietos para seguir el desarrollo de una narración ya de por sí confusa y compleja. Uno no sabía si mirar los sobretítulos o a los actores, y si sumamos además que la traducción, según algunos entendidos en la lengua germana, no debía ser muy buena, uno no puede evitar salir del espectáculo con la sensación de haberse perdido algo.
¿La historia? Una reflexión a través de un rosario de situaciones cotidianas sobre la explotación laboral en nuestras sociedades occidentales, contada desde la perspectiva de un grupo de au-pairs del este de Europa en Alemania, y de los miembros de sus familias de acogida. El Nationaltheater Mannheim plantea un descarnado retrato de los peores vicios de una burguesía dedicada a parasitar el trabajo de los inmigrantes en unas condiciones de semi-esclavitud, pero cuya estabilidad familiar y posición social dependen a su vez profundamente de estos mismos inmigrantes. Sueños frustrados, sentimientos encontrados, rabia y debilidad, todo mezclado en un cóctel que a pesar de tener todos los ingredientes para ser explosivo, no acababa de explotar.
Y es que viendo “Gespräche mit Astronauten (UA)” uno se pasa toda la obra esperando a que suceda algo. Porque lo que es suceder, no sucede nada, y ahí está quizá uno de los puntos más interesantes del espectáculo. Después de pasarnos la vida repitiendo que el teatro es acción, resulta que no. Que también puede ser narración. Ninguna de las escenas sucede, sino que es narrada a través de monologos o semi-diálogos de los personajes, en los que se mezcla descripción, monologo interior y diálogo, en los que se salta de unas historias a otras sin previo aviso, tratando de construir con el conjunto, una suerte de conferencia sobre el tema, desde la perspectiva de esos seres humanos en concreto. Un texto, como ya se ha mencionado muy complejo y rico en matices, pero tan excesivamente insistente en sus planteamientos, que hace al espectador añorar unos breves instantes de respiro para poder asumir lo que está recibiendo y reflexionar sobre la propuesta.
Por lo demás una propuesta bastante pobre, con una escenografía muy poco aprovechada, y un espacio fragmentado por una especie de pared de gomas que iban del suelo al techo y que dividían el escenario en dos partes: frente y fondo, aunque sólo el frente parecía tener relevancia, ya que todo lo que pudiera estar ocurriendo detrás quedaba totalmente eclipsado y por tanto carecía de importancia.
En definitiva, nada del otro mundo. Eso sí. Están locos estos alemanes.