Revista Coaching

Gestionar el patrimonio de la empresa familiar con buena cabeza

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Gestionar el patrimonio de la empresa familiar con buena cabeza

por Mario Rizo Rivas

Existe una fábula china sobre un viejo "tonto". Se le menciona de esa forma porque en la historia decide que va a remover las montañas que tiene que rodear cada vez que va de su casa hacia el pueblo más cercano. Con 90 años encima, organiza a toda su familia y algunos de sus vecinos para rascar arena, acarrear piedras al mar y desgajar laderas, una cubeta de tierra a la vez. Otro anciano, mencionado aquí como el "sabio", se burla de él, señalándole que jamás verá el trabajo terminado y que está perdiendo el tiempo. Así que el anciano le recuerda que, aunque eso suceda, su descendencia se encargará de continuar el trabajo y, a la larga, aprovechar la ventaja de librarse de las montañas y tener un camino directo al pueblo. "Las montañas no crecen", remata, "¿por qué no podríamos acabar con ellas?".

Esta historia me recuerda, en ocasiones, a la forma en que una empresa familiar gestiona el patrimonio familiar. El punto de vista menos inteligente -siguiendo el tono de la fábula- lo presenta, por cierto, el sabio porque se parece a la mentalidad de los dueños de empresas que olvidan que deben dejar un legado para las siguientes generaciones, y por lo tanto no se preocupan por preparar procesos, dejar lineamientos para que el patrimonio familiar continúe creciendo.

Para que la gestión del patrimonio sea eficiente y tampoco se convierta en la causa de controversias dentro de la empresa familiar, recomiendo que se tomen en cuenta los siguientes consejos que bien pueden aplicarse a cualquier organización de este tipo, sin importar su giro.

Comprender qué es el patrimonio de la empresa familiar

Este aspecto es fundamental y el primer paso para una administración del patrimonio exitosa. Antes que nada, habrá que señalar lo que no es, a nivel general. Por ejemplo, no es el fondo económico a disposición de quien lo necesite para gastos ajenos a la organización; tampoco es un activo personal que se pone a disposición del negocio (como un auto, una propiedad o equipo de trabajo) o que se encuentra en una situación legal o fiscal ajena al giro o sin definir.

Este tipo de definiciones erróneas, en muchas ocasiones, se deben, principalmente, a dos cosas. Por un lado, es posible que apenas ha hecho la transición de emprendimiento (en la que es normal hacer uso de recursos personales para sacar adelante la empresa familiar); o por el otro, no se ha comenzado un proceso de profesionalización e institucionalización que se encargue de revisar que todo esté en orden: puestos, responsabilidades, clasificación de activos, compromisos con inversionistas, establecimiento de un consejo de administración familiar, un plan de sucesión, entre otros. Y quizá estas situaciones se repiten en varias empresas de este tipo, porque la ven como un proyecto casi informal, basado en la confianza que hay entre consanguíneos, sin necesidad de poner nada por escrito.

Sin embargo, no es así. El patrimonio de la empresa familiar puede ser económico financiero (bienes raíces, ganancias, inversiones) o intangible (humano, intelectual, organizativo, social y emocional). Pero también es lo que la familia, como si fuera un grupo inversor, gestiona: una parte se queda dentro del negocio para que continúe trabajando para él, otra va para los integrantes de la familia con transparencia. ¿Qué es lo que debería hacer para no perder este rumbo?

Cómo gestionar el patrimonio de la empresa familiar

Ya que se trata de un proyecto en donde se involucran personas con el mismo origen, es buena idea que no solo se comparta la sangre, sino también los valores y una visión de negocios. Eso ayuda a garantizar que los planes con la empresa sean más fáciles de empatar con los personales, y que el compromiso para cumplirlos no se debilite.

Otra cosa que recomiendo es que se elijan dos tipos de sucesores, uno para el patrimonio de la empresa y otro para el de la familia, para que vigilen que el manejo de cada uno corresponde a los acuerdos pactados y que no se están tomando favoritismos ni demasiadas concesiones que a la larga dañan la salud financiera de la organización.

Es clave establecer desde el inicio que los activos de la empresa no deben convertirse en garantías para préstamos personales. Como ya mencioné más arriba, la mala práctica de mezclar patrimonios pone en riesgo la adecuada gestión, que podría llevar a problemas fiscales o financieros.

¿Es buena idea que estas inversiones se hagan en conjunto entre los integrantes de la familia? Existen ventajas y desventajas. Por ejemplo, al hacerlo en conjunto, todos están al pendiente del proyecto en común, hay oportunidades interesantes de negocio y es más sencillo tomar decisiones relacionadas con el crecimiento, adquisiciones o compras, porque todos cooperan con los activos que tienen disponibles. Lo malo de este modelo es que las decisiones pueden tomar más tiempo, porque no es una firma la que se requiere; no siempre se incluye a las parejas, lo que limita los planes para los matrimonios; si alguien tiene objetivos muy ambiciosos, no siempre encontrará eco en los familiares con menos posibilidad financiera.

Sobre todo al inicio, y para evitar tragos amargos, conviene acercarse a la guía profesional de una firma consultora o un consultor independiente, que tenga experiencia en la gestión de patrimonios de empresas familiares e, idealmente, un punto de vista sin ataduras o preferencias con ningún integrante. Así, será más sencillo alcanzar acuerdos y definir procesos que beneficien a todas las personas involucradas.

Al final, el nonagenario de la fábula tenía muy clara la respuesta: involucrar a su familia en un proyecto que puedan continuar aunque él ya no esté, cada integrante con sus responsabilidades y beneficios, para que crezca más allá de una generación.

Fuente https://www.forbes.com.mx/como-si-fuera-la-primera-generacion-gestionar-el-patrimonio-de-la-empresa-familiar-con-buena-cabeza/

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