Aún los legos en la materia reconocemos las figuras esbeltas, a veces en yeso, a veces en bronce, que más de uno habrá asociado con la triste figura de Don Quijote. El resto es descubrimiento: los trabajos inspirados en el arte africano; los retratos dedicados a referentes del existencialismo como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir; las series de árboles, pájaros, cabezas; la maqueta de un proyecto inconcluso, concebido para el Chase Manhattan Bank de Nueva York.
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La curadora Véronique Wiesinger -especialista en Giacometti- se encargó de seleccionar las piezas y de redactar los textos que acompañan la exhibición: referencias a cada estatuilla, pintura, boceto, grabado, objeto decorativo y un friso cronológico que reconstruye la trayectoria del artista. Las salas de la Fundación Proa parecen hechas a medida del recorrido: los visitantes podemos desplazarnos con comodidad entre las obras expuestas, con la guía en mano.
Según esta página web de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, 115 mil personas visitaron esta muestra en San Pablo, y más de cien mil en Río de Janeiro. Los amantes de las estadísticas reconocerán en ambas cifras otra razón para celebrar el desembarco de esta exposición inédita en nuestro país.
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PD. Las imágenes que ilustran este post fueron extraídas del mismo sitio.