El planeta sigue lleno de territorios especiales, lugares del mundo que cuentan con un estatus especial en lo geográfico, lo económico o lo político. Esto no tiene por qué ser necesariamente negativo, pero no dejan de llamar la atención las particularidades que todavía existen en el mundo y que hacen que un rincón sea notable por alguna curiosidad. En esa línea, el proceso de descolonización que comenzó tras la Segunda Guerra Mundial sigue sin haber llegado a su fin: aún existen en el mundo 17 territorios bajo régimen colonial. Entre ellos podemos encontrar el Sáhara Occidental, las islas Malvinas, Nueva Caledonia o, sin ir más lejos, Gibraltar.
Para ampliar: “La descolonización: un asunto pendiente en pleno siglo XXI”, Benjamín Ramos en El Orden Mundial, 2015
La Historia de Gibraltar como territorio es compleja y no se puede simplificar con un discurso ideológico o interesado. El territorio siempre ha jugado un papel importantísimo en las relaciones diplomáticas entre España y Reino Unido, binomio que se amplió más tarde con la aparición de la Unión Europea como actor internacional. Algunos incluso bromean afirmando que el brexit comenzó en 1527 con una disputa entre Reino Unido y España —o, para ser más exactos, entre el rey Enrique VIII y su primera esposa, Catalina de Aragón—. Sin embargo, entre 1527 y 2019 han pasado casi cinco siglos y Gibraltar parece seguir siendo un gran desconocido.
Un repaso histórico
Gibraltar es un territorio de ultramar británico que se localiza al sur de la península ibérica y que solamente tiene frontera con España. Se extiende a lo largo del peñón de Gibraltar y su estrecho, que separa Europa y África, comunica al mismo tiempo con el océano Atlántico y el mar Mediterráneo. En apenas siete kilómetros cuadrados, Gibraltar alberga una población de casi 34.000 personas, que se dedican, en su mayoría, al sector servicios —aunque también son importantes el sector financiero, el turístico y el portuario—. Al tratarse de un territorio británico de ultramar, cuenta con un estatus especial dentro de la Unión Europea que no tiene ningún otro país miembro. Según el tratado de adhesión de Reino Unido a la por entonces Comunidad Económica Europea en 1973, Gibraltar entraba a formar parte del club como un territorio de cuyas relaciones exteriores es responsable Reino Unido. Al igual que el archipiélago británico, Gibraltar no forma parte del espacio Schengen; además, está exento del tratado de adhesión de la Política Agraria Común, la armonización del IVA y la unión aduanera europea.
Gibraltar pertenece a Reino Unido desde 1713, fecha en la que, gracias a la firma del Tratado de Utrecht, la Corona española cedió la soberanía del territorio a la Corona británica. Este tratado pretendía poner fin a muchos años de hostilidades entre ambas coronas por el control de esa parte de la península ibérica que garantizaba una salida al Mediterráneo y que ha sido protagonista, durante siglos, de enfrentamientos entre España, Francia y Reino Unido para asegurarse el control de la zona. En 1704, aprovechando la guerra de sucesión española, la flota británica se hizo con Gibraltar, lo que provocó días después la marcha de su último gobernador español, Diego de Salinas, y de toda la población que no quiso rendir fidelidad a las nuevas fuerzas gobernantes. El tratado de Utrecht —renovado en 1763 con el Tratado de París y de nuevo en 1783 con el Tratado de Versalles— hacía expreso el reconocimiento, por parte de Reino Unido, de Felipe V como rey de España a cambio de la cesión de Menorca y Gibraltar a los británicos. Se ponía así fin a un conflicto entre dos potencias que en aquel momento eran hegemónicas con la condición de que, si alguno de los dos territorios dejaba de ser británico, España tendría la opción y el derecho a recuperarlos.
En la práctica, sin embargo, esto no puso fin a los intentos por parte de España de recuperar el peñón. Unos años más tarde de la firma de Utrecht, en 1726, España trató de recuperar Gibraltar con un asedio que duró poco tiempo. Pero el más renombrado es el conocido como el Gran Asedio, que duró desde 1779 hasta 1783. Durante estos años y con el apoyo de la fuerza militar francesa, ambas potencias quisieron aprovechar la debilidad británica tras la guerra de independencia de Estados Unidos y recuperar o reclamar para sí algunas colonias británicas —y, en el caso de los franceses, el derecho a comerciar con la India—, entre otras exigencias por ambas partes. Fue el general Elliot quien aguantó y superó el asedio a pesar de la hambruna y la falta de recursos que sufrieron los gibraltareños durante los tres años y medio que duró el asedio. El conflicto encontró su fin con la firma de la Paz de Versalles en 1783, gracias a la cual Reino Unido devolvía a España Menorca, Florida y todas las posiciones británicas en el golfo de México.
Gibraltar en las relaciones hispano-británicas
Durante la Segunda Guerra Mundial, Gibraltar dobló su importancia en el plano geopolítico al demostrar la importancia de su localización como punto de aprovisionamiento. Como consecuencia, tras la guerra el franquismo volvió a endurecer la situación y en 1966 llevó el caso de Gibraltar a Naciones Unidas, desde donde se desprendió la Resolución 2231 de la Asamblea General, que instaba a los Gobiernos español y británico a iniciar las conversaciones correspondientes para comenzar el proceso de descolonización de Gibraltar. Esto produjo un cambio en la política británica con respecto a Gibraltar y, con el deseo de cambiar su estatus, organizó un referéndum de pertenencia en 1967 en el que el 95% de los gibraltareños expresaron su deseo de permanecer bajo soberanía británica. El referéndum, además, cambiaba la definición de Gibraltar de “colonia” a “territorio británico de ultramar”, con lo cual quedaba, en teoría, fuera de los territorios pendientes de descolonizar al haber decidido por voluntad propia pertenecer a Reino Unido.
Para ampliar: “Los territorios británicos de ultramar, la evidencia de una melancolía”, Vicente López en El Orden Mundial, 2015
Este referéndum y su resultado produjeron el cierre de la frontera entre España y Gibraltar y la supresión de las comunicaciones terrestres hasta 1982, cuando Felipe González abrió el acceso peatonal desde España hasta el peñón. Desde entonces, el Gobierno español no ha dejado de reclamar la soberanía sobre Gibraltar mediante diversos esfuerzos diplomáticos y encuentros con las autoridades británicas y, más adelante, europeas. En 1985, dentro del marco de adhesión a la Comunidad Europea, ambas partes firmaban la Declaración de Bruselas, en la que se comprometían al establecimiento de la igualdad de derechos en ciudadanía de los españoles en Gibraltar y los gibraltareños en España. Acordaban también iniciar las negociaciones necesarias para poner fin a las diferencias sobre el peñón y tratar la cuestión de la soberanía en la zona. En 2002 Gibraltar volvió a votar en referéndum, esta vez sobre el acuerdo que habían alcanzado España y Reino Unido acerca de una posible cosoberanía, aunque ni las autoridades británicas ni las españolas dieron validez a la consulta. Aun así, el 98,5% de los votantes se mostraron contrarios a este tipo de gobierno sobre el peñón.
El Foro Tripartito de Diálogo sobre Gibraltar, formado por los Gobiernos de España, Reino Unido y Gibraltar, encontró su único éxito en 2006 con un acuerdo sobre el uso conjunto del aeropuerto, el tránsito fronterizo y las telecomunicaciones a ambos lados de la frontera. Sin embargo, distintos altercados sobre el uso para la pesca de las aguas alrededor de Gibraltar o de su espacio aéreo —cuestiones nunca mencionadas ni cedidas expresamente por España en los tratados— han hecho que el foro haya pasado a segundo plano y ambas partes, Reino Unido y España, se encuentren en un estado de guerra fría, especialmente tras el conflicto diplomático por Gibraltar de 2013. El peñón, para bien y para mal, siempre ha sido decisivo a la hora de medir la salud de las relaciones entre los británicos y los españoles.
Gibraltar en la actualidad
El referéndum sobre la pertenencia de Reino Unido a la Unión Europea que se celebró en 2015 no solamente ha llamado la atención del ciudadano sobre el funcionamiento de la Unión Europea o las consecuencias que el brexit puede traer, ya no solamente para Reino Unido: el futuro de la Unión también está en juego y del desenlace de estos acuerdos se puede intuir el juego de fuerzas de poder que predominarán en la arena política europea en un futuro. No obstante, el brexit también ha puesto sobre la mesa el funcionamiento de un país complejo donde varias identidades regionales —Escocia, Gales, Irlanda del Norte, Inglaterra, Gibraltar— luchan por convivir en armonía y un relativo equilibrio. La salida de Reino Unido de la Unión Europea también plantea la cuestión de la vuelta a las fronteras físicas en territorios que se encuentran altamente interconectados, como es el caso de Gibraltar con el resto de España.
Al no pertenecer al espacio Schengen, Gibraltar posee una frontera y un control entre el peñón y el resto de España que han existido, hasta el momento, sin mayor inconveniente. Para traspasar andando la frontera —la Verja, como se llama comúnmente—solamente es necesario presentar un documento de identidad que certifique ser ciudadano europeo o un visado y un documento de identidad en vigor en caso de no pertenecer a la Unión Europea. Asunto distinto supone entrar en Gibraltar en coche, lo que puede suponer esperar una larga cola en el control de entrada por parte de las autoridades de Gibraltar, una situación que se repite en el canal de la Mancha y el Eurotúnel que conecta Francia con Reino Unido.
No cabe duda de la importancia estratégica y geográfica del dominio de Gibraltar. Se trata de uno de los puntos de comercio marítimo más transitados del mundo y la puerta al Mediterráneo, lo que da a Reino Unido muchas facilidades en su comercio con Asia, por ejemplo. Supone el fin geográfico de Europa y el inicio de África, lo cual tiene infinitas implicaciones militares y de defensa. Sin embargo, la falta de cooperación entre las autoridades gibraltareñas y españolas, además de la situación excepcional de Gibraltar en diferentes aspectos, han hecho de este lugar un quebradero de cabeza para las autoridades de ambos territorios, especialmente de las españolas.
Aunque Gibraltar trata de adaptarse, con el paso de los años, a las exigencias de la normativa europea, la diferencia entre los impuestos y la laxitud de las leyes ocasionan que muchas veces el peñón sea conocido por su faceta de paraíso fiscal y lugar de contrabando, especialmente de tabaco y alcohol. La evasión de impuestos prolifera a causa de una falta de acuerdo entre España y Reino Unido y muchos en el peñón se ganan la vida asesorando de forma legal a aquellos que intentan cometer actividades no del todo lícitas. Añadido a esto, la industria del juego y de las casas de apuestas se encuentra en auge en Gibraltar: en 2016 ya suponía un cuarto de la economía del peñón. Muchas empresas aterrizan allí por un régimen fiscal que les ofrece muchas ventajas, entre ellas unas tributaciones excepcionalmente bajas. El problema se agrava con la completa opacidad de las autoridades británicas, que no facilitan datos sobre el desempeño de las actividades de estas empresas. La necesidad asimismo de una vigilancia combinada en la costa es notable, dado que Gibraltar es, en muchas ocasiones, el puerto de entrada de droga o armas de manera ilegal.
¿Y qué pasa con el brexit?
Desde el resultado del referéndum británico sobre la permanencia en la Unión Europea, el futuro de Gibraltar dentro del orden europeo e internacional es incierto. Conscientes de las consecuencias que podría traer el brexit, los gibraltareños votaron en masa en contra de la salida de Reino Unido del club europeo; ellos son, quizá, quienes más pueden sentir las consecuencias de este divorcio junto con Irlanda del Norte, porque necesitan de la cooperación con las autoridades y el Gobierno español para que la frontera funcione con fluidez y su vida diaria no se vea entorpecida. Ahora bien, en Gibraltar también tienen claro que quieren seguir formando parte de Reino Unido a toda costa: a pesar de la gran mezcla cultural que existe en la zona, los gibraltareños se sienten británicos y no españoles. Esta realidad encuentra su origen, especialmente, en una campaña para recuperar Gibraltar que comenzó en 1940 y terminó con la muerte de Franco, con el cierre de la frontera. El cierre provocó que los gibraltareños sobrevivieran gracias a la gestión de Reino Unido y tuvo el efecto contrario al esperado por España: más que desear unirse, deseaban no formar parte de ella.
El preacuerdo del brexit que se ha alcanzado en Bruselas pasa por hacer esta transición lo más fácil posible a los ciudadanos del lugar, aunque con varias exigencias y concesiones. Tras los momentos de tensión en los que parecía que España podía vetar el acuerdo, las negociaciones trasladaron por escrito una serie de exigencias que se incorporaron al preacuerdo. A pesar de que todas las partes —España, Reino Unido y Gibraltar como actor presente en las negociaciones— están de acuerdo en facilitar el tránsito a los ciudadanos de un lado para otro, queda por escrito la demanda de que Reino Unido sea más transparente a la hora de trasladar datos económicos y de empresas de cara a la lucha contra el fraude fiscal. También se deberá coordinar el uso del aeropuerto de Gibraltar y, con el objetivo de luchar contra el contrabando, Gibraltar se verá obligado a subir los impuestos del tabaco, el alcohol y la gasolina, así como cooperar de una forma más activa en la lucha contra el blanqueo y búsqueda de delincuentes. Nadie sabe, sin embargo, cómo afectará esto a la economía de Gibraltar y al modo de vida de sus ciudadanos. Y, especialmente, nadie sabe el futuro de Gibraltar en caso de que Reino Unido finalmente salga de la Unión Europea sin ningún tipo de acuerdo que los proteja.
Gibraltar, el istmo de la discordia fue publicado en El Orden Mundial - EOM.