Pienso en los grandes escritores, dijo, no como grandes maestros sino más bien como simples palas y azadas que ayudan a labrar el terreno sólido, el suelo supuestamente árido de nuestra imaginación, y lo preparan para la siembra y el posterior crecimiento de las semillas de nuestra propia capacidad imaginativa. si estamos dispuestos a leer como es debido, dijo, lo cual significa leer con paciencia, a dejar que el silencio envuelva nuestra lectura, entonces aprenderemos esa lección, pero no como se aprende la tabla de multiplicar del siete, sino como se aprende a dar un salto mortal sin tomar carrerilla. Uno descubre que en nuestro interior hay potencialidades con las que jamás habíamos soñado, porque habíamos confundido el suelo árido con el estado natural de las cosas. Tratar a los escritores del pasado como combustible para opiniones políticas, idearios estéticos o ideas epistemológicas, dijo, no implica solamente su muerte, sino también la nuestra. La literatura, dijo, no nos enseña ética, no nos enseña política, no nos enseña lingüística. Nos enseña gimnasia.
Moo Pak, de Gabriel Josipovici.