Girona en Tiempo de Flores

Por Av3ntura

Si hay un tiempo en el calendario relacionado con las flores no puede ser otro que el mes de mayo. Los márgenes de los caminos se encienden de retamas amarillas y el trigo se dora al compás del baile de las amapolas. Los patios se engalanan con sus mejores geranios, gitanillas, margaritas o capuchinas, mientras algunos jardines rebosan de rosas sus tapias y de petunias multicolores sus parterres. Pegados a las orillas de los ríos agitan sus pétalos los lirios de agua entre ánades de cuello verde que se abren paso buscando su oportunidad.

Mayo es el mes que mejor representa la primavera, explosionando en aromas y en colores que manifiestan el continuo renacer de la vida tras el letargo invernal.

Las flores siempre nos han alegrado la vida y han estado presentes en todas las expresiones de arte que los humanos hemos sido capaces generar.

Desde las flores del mal de Baudelaire a los recuerdos de un patio de Sevilla de Antonio Machado, las flores del aire de Gabriela Mistral o las rosas que despertaron los halagos de poetas como Garcilaso de la Vega, Federico García Lorca o Mario Benedetti, pasando por los girasoles o los lirios de Van Gogh, los nenúfares de Monet y las muchas flores que son una constante en los cuadros de Frida Khalo.


Mayo también es el mes de las madres, a las que se suele agasajar con flores, y un mes en el que se dan cita innumerables celebraciones relacionadas con el culto a las flores. Una de ellas tiene lugar en la ciudad de Girona cada mes de mayo desde 1956. Su creadora fue María Cobarsí, delegada de la sección femenina de Falange en Girona, quien en 1954 organizó una exposición de ramos de flores y plantas en el Salón de Descanso del Teatro municipal de la ciudad. La muestra tuvo tanto éxito que, dos años más tarde, se decidió repetirla. En 1958 se trasladó al Monasterio Románico de Sant Pere de Galligans y, con el paso del tiempo, fue cambiando de escenarios y ampliando los participantes, al tiempo que iba ganando visitantes. Así, en 1985 se celebro en Sant Domènech i a partir de 1992 se extendió por todo el Barri Vell, engalanando sus patios y portales con composiciones florales que son objeto de montones de miradas de distintos rincones geográficos que llegan a la ciudad en Temps de Flors para inmortalizarla en sus fotografías y vídeos.

Si algo tiene Girona son piedras y memorias. Viejas calles divididas por un río sobre el que se extienden varios puentes que, en Temps de Flors, lucen rebosantes de primavera. Y desde cualquier ángulo de visión, se nos presenta la omnipresente catedral.

El Barri Vell de Girona, ahora considerado una zona privilegiada, acogió en otro tiempo a una de las comunidades judías más importantes de occidente, siendo en la actualidad la judería mejor conservada de Europa. 

Se gestó a partir del siglo XII, en torno a la calle de la Força, cuando empezaron a instalarse en ese enclave familias que hasta entonces habían vivido en los alrededores de la catedral, llegando a congregarse de media unas ochocientas personas. Una de las maravillas de ese barrio judío son los Baños Árabes, que se encuentran en una edificación de estilo románico construida en 1194 con una estructura que imitaba la de los baños musulmanes. Este edificio sufrió graves daños a consecuencia del sitio que tuvo que soportar la ciudad en 1285. Nueve años más tarde, el rey Jaime II de Aragónla cedió a Ramón de Tolrà a cambio de que la restaurase. Los baños funcionaron hasta su clausura en el siglo XV, coincidiendo con la expulsión de los judíos de todo el territorio español.

Baños Árabes de Girona

Cinco siglos después, en 1929, el edificio pasó a ser de titularidad pública y se rehabilitaron. Los Baños Árabes son, año tras año, uno de los escenarios más aclamados en Temps de Flors.

El Barri Vell de Girona siempre nos brinda la oportunidad de experimentar una especie de realidad paralela: mientras al otro lado del río la ciudad se mueve a ritmos frenéticos que no se duermen precisamente en los laureles, en las antiguas calles de piedra que pisaron aquellos judíos de finales de la Edad Media se sigue palpando el desconcierto, porque tuvieron que abandonarlo todo por los injustos prejuicios de una reina demasiado ambiciosa y de un rey que olvidó muy pronto que, siendo niño, fueron esos mismos judíos de Girona los que le acogieron y le protegieron mientras él y su madre huían de sus enemigos.

El símbolo de la paz no podía faltar en un canto a la vida.

Girona, como tantas otras ciudades que ya existían en la Edad Media y que han sabido conservar sus antiguos enclaves, preserva piedras que nos hablan y a veces nos cuentan historias que no nos gusta oír. No somos responsables de lo que hicieron nuestros antepasados en esos mismos escenarios en los que ahora nos movemos, pero a veces duele reconocer que hemos heredado de ellos unos genes que nos avergüenzan por el mucho odio injustificado que destilan y la mucha barbarie cometida contra inocentes. Nos sigue asustando tanto la diferencia, que por no reconocer nuestra cobardía, lo que hacemos es mostrar nuestras garras y atacar por el flanco más débil. No aprendemos ni de la historia ni de los errores propios. Empeñados en separarnos de ese río que nos lleva por entre riberas de cañizos y juncos, de esa vida que duerme en las palabras que narran las leyendas que la envuelven de magia y de misterio.

Retales de Temps de Flors 2022

Al margen de lo que nos cuentan sus piedras, Girona está estos días celebrando la vida, abriendo sus puertas a todos aquellos que quieran contemplar extasiados sus patios, sus jardines, sus plazas, sus calles alfombradas o sus monumentos más emblemáticos embellecidos por ornamentos florales que embriagan el ambiente de sensaciones que, por unas horas, nos alejan del bullicio que no cesa al otro lado de los puentes, en esa realidad que raras veces nos da una tregua.

Estrella Pisa.

Psicóloga col. 13749