Glifosatos

Publicado el 06 septiembre 2016 por Salva Colecha @salcofa

Hay gente de ciudad que cree que las patatas ya brotan en bolsitas o que de los naranjos penden botellas de zumo. Esa gente puede que no sepa que para arrancar a la tierra una buena 

cosecha, como para todo, hace falta luchar contra las malas hierbas y hierbajos que aparecen en el huerto. Es un trabajo laborioso, interminable, ingrato que marca el carácter de las personas que las realizan y que se juegan el sustento de sus familias con cosas tan imprevisibles como la lluvia o la sequía a cambio de “cambio de cuatro duros” porque no creais que el que “curra” de sol a sol y se mata para arrancar verduras gana dinero, resulta indignante comparar los precios en el campo, de risa, con los del Super donde venden las piezas de fruta como si fuesen de oro (pero eso es otra guerra). Bueno, como decía, hay varias formas para conseguir arrancar la mala hierba, o te deslomas con el azadón, de sol a sol, y acabas con unas manos como las del David de Miguel Angel (de mármol) y los riñones como cocinados “al Jerez” o encomiendas tu alma a la “maravillosa” química.

Con el paso del tiempo, en la vida agrícola, todos nos hemos visto obligados a utilizar en algún momento mejunjes más que peligrosos, venenos que se venden en botellas de vivos colores como las de refresco y que se anunciaban por la tele (recuerdo el anuncio de un simpático labriego de cómic que se paseaba con una máquina de pilas y Roundup). A nuestros padres les dijeron “Toma, dale con eso a la hierba y se acabaron las manos desolladas en una temporada”. Y eso hacían, cogían la mochila de sulfatar, las chancletas y un caliqueño para tirarse toda la santa mañana a pleno sol oliendo el “Eau de Roundoup”. Ha pasado algún tiempo y resulta que aquello que decía el de la cooperativa de “no pasa nadaaaa, si eso no es peligrosooo” ha empezado a mostranos sus efectos secundarios. En mi pueblo (al igual que en muchos agrícolas) los casos de enfermedades como cáncer e incluso de Parkinson misteriosamente se han ido sucediendo hasta niveles intolerables. ¿Casualidad? No creo, como igual 

tampoco lo creen todas las voces que aseguran  que el herbicida total, el Glifosato presente en herbicidas famosísimos como el Roundoup (algo más bestia que Atila con caballo y todo, por aquello que por donde crece no vuelve a salir la hierba) puede ser cancerígeno. Es por eso por lo que se ha pensado en prohibir en algunos lugares como el ayuntamiento de Madrid.

El resultado de esta fiebre por el uso de fitosanitarios es que nos han ido envenenando a todos poco a poco por acumulación, de una forma que ya 

quisiera habérsele ocurrido a Lucrecia Borgia. A tí también te están envenenando porque aunque no te duches con plaguicidas (como sucede en los huertos a pesar de los cursillos de manipulador de fitosanitarios con los que en Bruselas nos han hecho comulgar para así hacer creer que sólo los capacitados pueden usar estas armas químicas), aunque no manipules los botecitos de marras esto te afecta comes frutas y verduras grandes y bonitas, tratadas con fitosanitarios o puede que te afecte porque llevas a tus hijos a jugar a parques en los que hasta hace poco tiempo no se tenía en cuenta que ahí jugaban niños a la hora de matar los hierbajos que quedan feos.

Si te resulta alarmante, ten en cuenta que esto continuará ocurriendo 

porque una vez más en algún lugar alguien está cambiando nuestra salud por el negocio. Resulta increible pero el parlamento Europeo ha renovado la autorización del glifosato para aquellos “profesionales” que sólo se diferencian del que no lo es por unos cursillos de dos tardes (literal, no como aquellas tardes de Jordi Sevilla) en los que lo importante es haber pagado los honorarios.

Una vez más parece claro que en Bruselas cuando tienen un conflicto entre enfermedad y negocio del 

quimicefa se opta por lo segundo. Parece que no les importemos lo más mínimo, se permiten jugar con nuestra salud y nuestras vidas vete a saber por que oscuros motivos pero las gentes de Monsanto estarán contentas, supongo. El caso es que vamos a continuar caminando entre unos herbicidas que matan y mucho. Se cargan más que los hierbajos, pero parece que a pocos les importa eso si se consiguen llenar los bolsillos.

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