Globalización tecnológica

Publicado el 19 junio 2012 por Esther
A inicios del siglo XXI, la revolución tecnológica llega de la mano de la microelectrónica, la biotecnología y las nanotecnologías. En pleno proceso de descubrimientos, la ciencia es capaz de modificar e introducir novedosos cambios en el mundo laboral, transformaciones en la estructura empresarial, en la organización del trabajo y en las políticas de desarrollo. A pesar de los innegables beneficios que las nuevas modalidades científicas aportan a la vida del ser humano, éstas han traído consigo un proceso mundial de mercantilización de los seres vivos unida a una privatización de la naturaleza. La biodiversidad de comercializa y los grandes beneficiarios son las empresas biotecnológicas, que se adueñan de los recursos naturales, vegetales y animales. ¿Hasta dónde llegan los límites de la ética? En los últimos años, el avance de las técnicas de manipulación genética ha llevado a la industria a recurrir a las patentes para adquirir derechos de propiedad exclusivos sobre la materia prima de la biotecnología, los propios organismos vivos. Detrás del monopolio de determinados sectores de producción, como el alimentario y sanitario, se esconden las grandes expectativas comerciales de las multinacionales.    De nuevo se presenta un reparto desigual de riqueza, esta vez expresada a través de la adquisición de conocimientos y obtención de patentes. Las regiones ricas poseen las nuevas tecnologías y las legislaciones sobre patentes y las venden a las regiones periféricas, trasladando sus procesos productivos o filiales a zonas empobrecidas con mano de obra barata. La biodiversidad se convierte en un arma de poder para los países ricos, que encuentran la materia prima necesitada en los países pobres. Nos encontramos así frente a una sutil usurpación de la riqueza biológica del Tercer Mundo. Una nueva forma de dominación, más tenue pero alarmante, que amenaza a los más desfavorecidos.    Uno de los sectores de mayor interés para la industria biotecnológica lo constituye la agricultura y productos como la soja, los cereales y las patatas están cubiertos por patentes. En los países en vías de desarrollo las grandes empresas están desbancando a las empresas productoras de semillas y reduciendo al agricultor a un simple peón de la agroindustria. Los futuros cultivos manipulados genéticamente irán destinados a los grandes mercados de la sociedad, excluyendo a los sectores pobres, a los habitantes del Tercer Mundo. Otro problema es el de la destrucción del medio ambiente y de la propia biodiversidad. En Argentina, por ejemplo, la entrada masiva de soja transgénica aumentó la crisis de la agricultura con un alarmante incremento de la destrucción de sus bosques primarios, el desplazamiento de campesinos y trabajadores rurales, un aumento del uso de herbicidas y una grave sustitución de la producción de alimentos para consumo local.    Se asiste a una lenta pero rotunda sustitución de la biodiversidad tradicional de los países del Sur. La base de su economía, la agricultura, pasará a manos de las grandes multinacionales, quienes crearán variedades transgénicas y un modelo de producción agrícola mecanizado, especializado y manipulado. Las comunidades campesinas se ven de esta forma despojadas de sus cultivos y de su trabajo en el campo, porque quedan excluidas del modelo industrial de producción de alimentos basado en las patentes biotecnológicas. Se genera una acumulación de saberes sin ningún tipo de consideración ni ética. La manipulación de la propiedad intelectual de las comunidades indígenas atenta contra su patrimonio cultural porque las multinacionales se apropian de sus conocimientos y medicinas y a largo plazo, éstas logran legalizar una situación en la que dichas comunidades no podrán utilizar ni comercializar sus propios inventos. La usurpación de su conocimiento ancestral implica una pérdida de derechos. Parece que el mundo regresa, en cierta medida, al antiguo colonialismo de los pueblos pobres.    El proceso de mercantilización, en su afán de lograr beneficios económicos,  ha sido capaz de poner precio a la naturaleza y a los propios seres vivos, ha comprado y vendido aquello que pertenecía al patrimonio de la humanidad y que formaba parte de la historia de los pueblos, de las culturas, del ser humano. Con el objetivo de evitar estos abusos, las innovaciones en el campo de las ciencias deberían estar reguladas más estrictamente porque sí resulta positivo desarrollar políticas que permitan mejoras en los diferentes ámbitos sociales pero no aquellas que destruyen la biodiversidad natural y se sustentan en el mero beneficio e interés comercial individual.         Por lo que respecta a la nanotecnología, esta ciencia constituye una revolución dentro de la investigación científica, la posibilidad de trabajar a escala molecular y producir nuevos materiales con propiedades más poderosas y costes más reducidos. Sus aplicaciones son infinitas: la medicina, el medio ambiente, cosméticos, fabricación de ropa, industria bélica... Sin embargo, se trata de un paradigma tecnológico radicalmente distinto a los conocidos hasta ahora y ello implica una cierta responsabilidad en su uso, un control adecuado de esta nueva ciencia y el establecimiento de límites a su desarrollo. Cuánto más aumenta su capacidad operativa y los ámbitos de la vida en la cual ésta se hace presente y se materializa, más incertidumbre se crea en torno a ella porque se desconocen sus consecuencias futuras. Su éxito depende de su correcta aplicación y de una acertada manipulación atómica de la materia viva. Debe orientarse a la mejora de la calidad de vida.    De momento, a pesar de la comercialización de ciertos productos del mundo de la electroinformática o la agricultura, entre otros, su grado de complejidad técnica explica que todavía no se hayan desarrollado las primeras innovaciones de impacto. Las mayores expectativas de avances nanotecnológicos se centran en Estados Unidos, seguido de Japón y la Unión Europea, que ya han solicitad algunas patentes en este sector. El desarrollo tecnológico es positivo siempre y cuando no se lleve a cabo en función de intereses comerciales de empresas poderosas. Los avances en este ámbito deben poder ofrecer ventajas desde la perspectiva de la vida. Sin embargo, son muchas las preguntas formuladas en torno al surgimiento y fomento de la nanotecnología: ¿Qué verdaderos fines se ocultan bajo su creación?, ¿Quiénes serán los beneficiarios reales y los controladores de esta ciencia?, ¿Se establecerán límites éticos en su desarrollo o seguirá los mismos pasos que la biotecnología?    La dimensión tecnológica de la globalización, bajo la microelectrónica, la biotecnología y la nanotecnología, supone una auténtica revolución para la vida del hombre pero por desgracia, se encuentra supeditada a las grandes multinacionales, que una vez más toman las decisiones y persiguen sus propios fines, sin importar que a la búsqueda de beneficios, la biodiversidad y el futuro de las antiguas comunidades de los pueblos del Sur se vaya destruyendo poco a poco.