Gloria a un ganadero

Por Antoniodiaz
Frijonero, ovacionado en el arrastre, primer triunfador de la feria. Iván de Andrés.
Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. San Isidro. Décimo octava de feria. Lleno. Toros de Cuadri para López Chaves, Salvador Cortés y David Mora.
La Fiesta se defiende, en Valdepeñas, Morón, Mataró o la Conchinchilla con algo tan apabullante como lógico: criando toros. Y eso es lo que hace Don Fernando Cuadri, al que no le hacen falta artificios de jaranero para honrar su oficio y colocar el toreo en el sitio que se merece. Seis cuadris serios, hondos, con cuajo, tela de guapos han salido para dar prestigio a Las Ventas, y a un hierro de leyenda. A Frijonero o Ribete, ambos ovacionados en el arrastre mientras las lágrimas regaban los ojos del ganadero, no le han hecho falta saltar al ruedo con barretinas en la testa, como tampoco se hubieran dejado humillar por un vividor sentado en una silla del Ikea para justificar nada. Con su trapío y su casta, ellos solitos se han encargado de presentar el mejor alegato posible en favor de La Fiesta. La lástima es que se han encontrado con unos señores -es un decir- que no estaban por la labor de defender nada, ni siquiera el futuro de su bolsillo. El encierro traído de Comeuñas ha colmado practicamente todo lo que puede pedir un aficionado: presentación; diferente condición de salida, unos con brío, rematando en tablas y otros manseando, poniendo en dificultades al torero, no saliendo vencidos; en el caballo han cumplido, sin más; en banderillas se han dejado más de costumbre y más de lo que pueda parecer -había bastantes hoy vestidos de mediocre y plata- y en el último tercio han ido a más, con eso que llaman `fondo del bueno´y que no es otra cosa que la nobleza de un toro bravo, que no bobo. Por poner un pero, las fuerzas siguen andando justas.
Un último apunte sobre el ganado: hemos visto embestir con codicia y nobleza a pavos de más de seiscientos kilos, con pitones que medran y levantan las tablas y con más remate que toda la isidrada junta. Ahora es cuando uno se acuerda de los de la UCTL, más conocidos como `los de la yerba´o cuando me vienen a la mente todos esos que enfundan toros como si fueran viejos sofás de sky. O los que llaman un toro bien hecho a una lagartija ibérica. Pura patraña.
Poco decidido, como desde hace ya algunas temporadas, está López Chaves, que ve como él solito se va cerrando puertas. ¡Con la de saliva que tuvo que tragar para abrirse unas pocas! Con el peor lote de la tarde, que siendo el peor tuvo mucho que torear, ha estado poco decidido, nunca terminó de verlo claro y terminó siendo desnudado, y denunciado, por la casta. Que es una especie de policia aduanera, con olfato perruno para detectar a los malos toreros. Por eso esta clase de ganaderías las torea -es otro decir- el pobre y el necesitado. Las figuras gustan de pasar la aduana por un agujero de la verja, donde no vigila esta policía y no existe el riesgo y la emoción. Ese socavón por el que se van de rositas las figuritas de porcelana más adelante pasará a conocerse como `fosa de los Domecq´en honor a la familia que se adueñó de la tauromaquia y que con ella la enterró.
A David Mora se le ha ido el toro de la Feria con sus dos orejas conforme llegó de la finca: con rabisaco en la derecha y despuntada la izquierda. No se puede venir a Madrid, a torear la gloriosa corrida de Cuadri, con la que si estás como tiene que estar un torero, te pone en órbita para los restos, a dar series de cinco-seis muletazos y dos de pecho. O a ponerte al hilo del pitón. Ya no es de ser mal torero, sino mal aficionado. Cualquiera sabe, y si no está en los libros, que no se puede abusar con tandas tan largas a este tipo de toros que se acaban pronto, o que se exige estar cruzado continuamente para que el toro embista. O a intentar, aunque no pudo, dar pases cambiados por la espalda, banderazos por las nubes, a una clase de toros que por arriba todo lo protestan. Son obviedades que pasan por alto la gran mayoría de los toreros, poco dados a estudiar encastes, mucho menos a conocerlos en profundidad. Con ese Frijonero se hartó de dar pases rectos, sin mando ni limpieza. En un par de series logró aproximarse al record Guiness del Fandi dando ocho muletazos seguidos, muestra de que no había dominio. No había nada. Llevando, o trayendo, al toro embebido en la pañosa hasta detrás de la cadera es imposible, literal y fisicamente, dar tanto muletazo. De ahí que antiguamente, cuando había maestros, tenían que rematar después del tercer o cuarto muletazo con el `obligado de pecho´. Obligados porque ya tenían el toro debajo.
Cada vez que me toca sufrir a Salvador Cortés pienso lo mismo: en esa familia se han equivocado de torero, el bueno es Luis Mariscal, el hermano. Da grima, y lástima, ver como un tio de casi dos metros, en toda la flor de la vida, empieza a descruzarse, a perder pasito a pasito hasta que sólo se ve toro en el plano. Éste no se ha cruzado porque no entienda el encaste, es que no se cruza nunca. Estoy por contarles que los semáforos los rodea, no vaya a ser que por cruzarlos le arrolle el tranvía. Se llevó el otro toro de la corrida, el coloraíto, ovacionado al saltar al ruedo, apuesto y lustroso, y al abandonarlo arrastrado por el tiro de mulillas, mientras al sevillano le pitaban los oídos.