Con la ley en la mano y en sentido estricto, es lícito y justo afirmar que España está gobernada por delincuentes.
No hace mucho, un diputado del PP me increpó porque, según dijo, yo afirmaba en mis artículos que todos los políticos son corruptos. "Yo sé que los hay y los conozco, pero yo no lo soy", me dijo. Entonces le expliqué que aunque él no lo fuera, es cómplice de esos delitos por no denunciarlos, lo que también le convierte en corrupto. Me dio la espalda pronunciando palabras duras y desde entonces no ha vuelto a hablarme.
Sin embargo, yo tenía razón porque prácticamente todos los políticos conocen en su entorno casos de corrupción que en el partido no sólo no se denuncian, sino que sus autores cuentan con el apoyo de la organización, que los protege y encubre.
¿Son encubridores y cómplices de delitos gente como Yolanda Díaz, Feijóo y Pedro Sánchez, entre otros, con toda seguridad conocedores de abusos, corrupciones y delitos que se producen ente los afiliados y cargos de sus respectivos partidos?
Es más que probable que sí y eso, con la ley en la mano, los convierte en cómplices.
Los partidos políticos se han transformado en asociaciones delictivas muy peligrosas y en auténticas escuelas de malhechores donde la filosofía reinante es el silencio, el encubrimiento y la omertá.
La "omertá" es el código de honor siciliano que prohíbe informar sobre las actividades delictivas. Estaba vigente en las mafias y bandas criminales, pero ahora también ha sido adoptada por la mayoría de los partidos políticos, donde a los que denuncian los delitos internos se les expulsa y se les despoja de todos sus cargos, en lugar de premiarlos por cumplir la ley.
Cuando se crearon los partidos políticos y quedaron convertidos en los gestores del poder político, en nombre de los ciudadanos, la democracia quedó herida de muerte y la vida política se transformó en una cloaca pestilente.
Hoy es absolutamente imposible que la regeneración avance mientras sigan existiendo los actuales partidos políticos, los grandes culpables de casi todos los males del planeta, desde las guerras a la contaminación, desde la corrupción al exterminio de pueblos enteros.
Francisco Rubiales