En el actual panorama político español sólo se aprecia bajeza y degeneración de la democracia y de los valores, lo que constituye una crisis sin precedentes del sistema, que sólo puede mantenerse si es profundamente cambiado y regenerado, lo que incluye la sustitución de los actuales partidos y políticos por otros de factura más ética y democrática.
No admitir que el sistema político español ha entrado en colapso es negar la realidad y querer mantener a toda costa los privilegios del poder y las ventajas que el sistema viciado proporciona a las clases que lo controlan.
El comportamiento de los partidos y de los políticos alimenta cada día el rechazo de la ciudadanía a sus líderes y, lo que es más grave, el desprecio del pueblo por una democracia que está tan degradada que es una verdadera basura plagada de abusos, iniquidades y desequilibrios. Cada día más gente asqueada de sus políticos acude a las urnas para vengarse o decide practicar cualquier modalidad de voto de protesta, ya sea la abstención consciente, el voto en blanco o el voto anulado con frases de rechazo a los políticos.
El enorme edificio de la mentira, construido desde la Transición, cuyo núcleo consistía en hacer pasar por democracia lo que era una simple oligocracia de partidos corrompida hasta la médula, se derrumba.
La izquierda se inventa signos y rasgos que son falsos, como su pretendido amor a la igualdad y a las políticas sociales, cuando muchos de los ataques al Estado de Bienestar y recortes a políticas sociales los han protagonizado los políticos de la izquierda. A la derecha le ocurre algo parecido. Se vanaglorian de ser liberales, pero han borrado de su ADN hasta la última gota de liberalismo y han abrazado la socialdemocracia y el culto a un Estado fuerte e intervencionista, que es más propio de las viejas izquierdas que de las derechas modernas y civilizadas. Esa derecha falsa también presume de bajar impuestos, crear riqueza y respetar el dinero en los bolsillos del ciudadano, pera han demostrado que nadie cobra más impuestos, que saben intervenir de manera atosigante y que saben arruinar al Estado engordándolo como las izquierdas, endeudándose y despilfarrando.
En realidad, son muchas mas las cosas que les unen que las que les separan. Les unen el corporativismo, el culto al Estado, la desvengüenza, el desprecio al ciudadano, su aversión a la democracia verdadera, sus tendencias a mentir y engañar, la afición por la corrupción y, sobre todo, el peor de los vicios políticos, el que consiste en de anteponer sus propios intereses al bien común.
Francisco Rubiales