Aunque Licencia para matar, segunda y última interpretación de Timothy Dalton del personaje de James Bond había intentado transitar nuevos caminos para la serie, la película fue un estrepitoso fracaso de taquilla y provocó que los productores buscaran a un actor nuevo que animara de nuevo al público. El elegido fue Pierce Brosman, alguien muy popular por sus trabajos televisivos y que ya había sido candidato anteriormente a encarnar al espía. Lo cierto es que la combinación del buen trabajo como director de Martin Campbell - que años después sería el responsable de la mejor película de 007, Casino Royale - y el aire fresco que otorga Brosman al personaje construyeron una película muy sólida cuya trama comienza en tiempos de la Guerra Fría y sigue después de esta. Brosman se hace inmediatamente con su papel y construye a un Bond extremadamente elegante, frívolo en sus relaciones sociales, inteligente, duro cuando tiene que serlo y que utiliza mucha ironía en sus parlamentos. Es una delicia verlo encarnar al espía, sobre todo en su relación con la nueva M, una Judi Dench que ya lo llama machista y misógino en la primera conversación que tienen. Además, aquí los villanos son ciertamente memorables: Sean Bean como antiguo agente 00 excompañero y amigo de Bond y Famke Janssen como una atractiva mujer cuyos métodos de asesinato resultan ciertamente perturbadores. Brosman intenta crear aquí un Bond equilibrado entre lo mítico y lo humano y lo conseguirá mucho más plenamente en su siguiente película.