Francia se ha envuelto en el embrujo de aquella remontada gigante, que ya ha sido evocado por Deschamps en varias ocasiones. Con él viajó a Brasil. Se la ve iluminada, exuberante. A toda máquina. A Suiza la barrió (2-5) en 90 minutos que dieron continuidad a su exhibición de Porto Alegre contra Honduras y reforzaron sus virtudes. Francia canta La Marsellesa más fuerte que nunca y exhibe compromiso y fútbol. Un cocktail perfecto y desatado que en el campo se expresó con un recital goleador coral. Giroud, Matuidi, Valbuena, Benzema y Sissoko hicieron los goles. Un buen ejemplo de un equipo que va rápido y que, lejos de echar de menos a Ribéry, se ha redondeado en su ausencia. Francia no se ha aprovechado de la debilidad de sus rivales. Los ha aplastado con virtudes. Le sobran tantas que hasta no le importó que Kuipers evitase con su pitido final una obra de arte de Benzema que le hubiese situado pichichi en solitario del Mundial.
Giroud ensangrentó el ojo de Von Bergen en el minuto 9, se llevó por delante a Lichtsteiner y saltó más que nadie para marcar el gol cien de Francia en la historia de los Mundiales. 1-0. Detrás vino una tormenta de fútbol, con Benzema desatado también en la banda izquierda. Una asistencia de Karim propició el 2-0 de Matuidi, que devora kilómetros y tiene criterio. Francia, con rotaciones (Giroud por Griezmann,Sissoko para Pogba para calmar al indomable), tuvo dos minutos de furia y prolongó su estado de gracia hasta el descanso. Benzema falló un penalti y el diminuto Valbuena hizo el 3-0 en un contragolpe de escuela que lanzó Varane, elegantísimo central.
La Suiza multiétnica (cuando salió Senderos diez de sus once futbolistas tenían orígenes extranjeros) que tanto prometía y que ya había dejado tan poco en su debut contra Ecuador, fue directamente un fantasma. Inferior en los planos físico, técnico y táctico, también cayó deprimida pronto. Se sintió terriblemente inferior y sólo exhibió las excelentes condiciones de Shaqiri, jugador con recorrido.
Deschamps demostró alternativas. Francia es fuerte en la estrategia (1-0), contragolpe (2-0 y 3-0) pero también se ve capaz de tener el balón. Devastada tantos años por sus problemáticas internas, en Deschamps, que comprobó en 1998 lo difícil pero lo bello que era coser personalidades tan distintas, ha encontrado su líder. Lo de Benzema fue muy simbólico, porque en la primera parte jugó acostado en la banda izquierda y brilló. Pero en la segunda parte, después del cambio de Giroud, se convirtió en armador de juego y dio un clínic fabuloso de colocación, pase y remate.
Francia remató su exhibición en el Arena Fonte Nova con los goles de Benzema y Sissoko. Algo debe tener el aire bahiano que allí se han visto las grandes goleadas del Mundial. Suiza maquilló con tantos insustanciales de Dzemaili y Xhaka. El partido de los helvéticos fue indigno. No sabemos hasta qué punto por culpa de esta Francia revolucionaria en la que, quién lo iba a decir, Benzema lleva la bandera.