(Hoy GDR inaugura una nueva serie: Clásicos argentinos. Allí se recordarán los goles en partidos de intensa rivalidad. El primer gol evocado es, anticipando la Fecha 3, uno de Independiente ante Racing. La próxima semana, será a la inversa. Así será con los otros clásicos)
En la mañana del 11 de septiembre de 2005, Independiente le estaba ganando cómodamente por 3 a 0 a Racing en el Libertadores de América, cuando aún era la “Doble Visera”. Nicolás Frutos había hecho todos los tantos, dos de ellos de penal. Pero nadie, ni “diablos” ni “académicos” se imaginaban lo que iba a pasar después…
Era el minuto 82. En la mitad de la cancha Sergio Agüero recibió la pelota. Hasta ese momento, era conocido por ser el jugador más joven en debutar en el fútbol argentino (tenía apenas 15 años, 1 mes y 3 días cuando lo pusieron en cancha), y tenía encima 26 partidos jugados y ocho goles anotados. Además, fue campeón juvenil un par de meses atrás, en un equipo donde jugaba un tal Lionel Messi. Pero luego de esto, su vida cambió drásticamente.
Luego de tomar el esférico, siguió en dirección hacia el arco. Nadie de Racing le salía a presionar. Hasta que Diego Crosa se quedó para ver si podía interrumpir esa jugada. No lo logró. Es más, ese chiquitín desfachatado lo humilló enfrente de la popular visitante. Una, dos, tres fintas para quedar en un ridículo del que le era imposible volver. Y con su zurda, pierna que es apenas menos hábil que la diestra para él, definió al palo opuesto del arco defendido por Gustavo Campagnuolo. La mejor frutilla del mundo sirvió para decorar aquel postre, exquisito para los rojos, y agrio para los racinguistas.
El “Kun” puso la primera piedra en su camino a ser lo que es hoy. Y qué mejor que hacerlo frente al clásico rival.