Hoy por hoy, cuando uno escucha los nombres de Martín Palermo y Juan Román Riquelme, lo primero que se piensa es en internas. Esa situación era inimaginable cuando 12 años atrás, Boca escribió una de sus páginas más gloriosas de su historia: la obtención de la Copa Intercontinental en Tokio frente al Real Madrid.
Esta edición de la Copa Intercontinental fue bastante particular, ya que toda la acción se vio en el primer cuarto de hora, para desgracia de todos aquellos que se despertaron un poco tarde. Incluso Boca dio el primer golpe a los dos minutos de jugado. Pero no vamos a hablar de este gol, sino del siguiente, que tuvo lugar tres minutos más tarde.
Mauricio Serna cortó un ataque merengue y se la dio a Román, que estaba detrás de la mitad de la cancha. Allí tiró un pase más que preciso a las espaldas de la zaga central, compuesta por Fernando Hierro y el camerunés Geremi. El Titán luchó contra este último para ver quien llegaba primero al balón, y le terminó ganando casi de puro guapo.
Ni bien llegó a donde estaba la pelota, definió de primera con su zurda ante la salida de un joven Iker Casillas. Era el 2-0, para delirio de los 10 mil hinchas presentes en el Estadio Nacional de Tokio, y para sorpresa de los que recien se desvelaban. Un duro golpe del que, salvo por el postrero descuento de Roberto Carlos, el Madrid prácticamente no salió.
Boca había ganado su segunda Copa Intercontinental. Gran parte de esto fue gracias al pase para la gloria de Riquelme a Palermo. Y pensar que ahora están distanciados.