El desencanto era absoluto en Old Trafford. El tiempo se extinguía y la selección inglesa caía 2-1 ante Grecia e hipotecaba su posibilidad de acceder directamente al mundial de Corea-Japón 2002.
Los más de 65.000 espectadores presentes en el estadio no podían creerlo. El combinado que por aquel entonces dirigía Sven-Goran Eriksson, al que dado el empate entre Alemania y Finlandia solo le bastaba un empate para finalizar en el primer puesto de su grupo, iba camino a enfrentarse a Ucrania en el repechaje.
Grecia, que había perdido sus tres compromisos como visitante (ante Alemania, Albania y Finlandia) y ya no tenía ningún tipo de chances de acceder al Mundial, estaba logrando lo que parecía imposible, imponiéndose gracias a los tantos de Angelos Charisteas y Demis Nikolaidis.
Solo restaba esperar un milagro. Se jugaba el tiempo compensatorio y los intentos desesperados de los futbolistas ingleses se repetían una y otra vez, siempre sin suerte. Hasta que se presentó la oportunidad.
Con el reloj marcando el minuto 92, Teddy Sheringham recibió un leve empujón de Kostas Konstantinidis en las inmediaciones del área grande y el arbitro en dudó en sancionar la falta. El público pasó del estallido inicial al silencio casi absoluto. Era la última chance.
El balón fue tomado inmediatamente por David Beckham, quien pasado unos segundos en los que aprovechó para acomodarse y respirar profundo un par de veces inició su carrera y soltó un derechazo extraordinario, que se elevó sutilmente por encima de la barrera y se colgó del ángulo derecho de Antonis Nikopolidis. El júbilo fue total. Inglaterra estaba en el Mundial.
Tan pronto golpeé el balón, sentí que había marcado. Recuerdo que salí corriendo saltando por los aires, hubiera podido tocar el techo del estadio porque me sentía en lo mas alto”.
Aquello había sido toda una reivindicación para Beckham, a quien en su país seguían mirando con desconfianza por lo ocurrido tres años antes en el Mundial de Francia 1998, en el que había sido señalado como el gran culpable de la eliminación de Inglaterra ante Argentina por hacerse expulsar tontamente y dejar mermado a su equipo cuando el juego estaba igualado en dos.
No solo lo culpo la gente, sino también la prensa. Si hasta el diario The Mirror se atrevió a titular “10 heroic Lions, one stupid boy”. Había muchos que hasta pedían que no defienda nunca más los colores de la Rosa.
Aquel fue el momento mas duro en la exitosa carrera de Beckham, quien un tiempo después reveló que hasta llegó a recibir amenazas de muerte. Todo por aquel inocente e infantil error. Propio de un joven inexperto.
Por suerte para el “Spice Boy”, todo cambió desde aquel 6 de octubre de 2001, día en el que con aquel sensacional tiro libre calló a todos aquellos que lo seguían criticando y recompuso su relación con el aficionado ingles para luego seguir transitando, con suerte esquiva en las grandes competencias, su camino en la selección.