Si aquí en España tenemos golfos que por un milagro no consiguieron devastar el país, aunque aún pagamos sus latrocinios, los golfos griegos llevan mucho tiempo arruinado el suyo.
Y todavía hay quien quiere, como Podemos, que sigamos dejándonos estafar dándoles más y más créditos a sus hermanos de Syriza. ¡No!
Aquí, los desfalcos de las cajas de ahorros, los gürteles o los EREs andaluces, los muchos políticos con la mano presta para la corrupción, nos hicieron un daño enorme, pero no lograron crear un sistema de latrocinio generalizado.
En Grecia la corrupción es estructural, tanto, que no es que se evadan impuestos, es que es casi imposible que existan; ese país nada tiene que ver con el que fue hace 2.500 años la base ateniense, que no griega, de nuestra cultura.
El gobierno del ultraizquierdista Syriza, es hijo de los viejos comunistas y sus sindicatos, que aprovecharon la guerra fría y el miedo europeo-americano a la URSS para crear un Estado ficticio con pagas y beneficios imposibles de sostener.
Pero ahora también es sucesor del fascista ministro de Defensa, y para chantajear a Europa, de los nazis de Amanecer Dorado: una golfería.
Grecia-Syriza está lejos de los Clásicos, cerca de la charlatanería bizantina y de la mente otomana que dominó el territorio desde 1453, caída de Constantinopla, hasta 1832, cuando Rusia, el Reino Unido y Francia ganaron su guerra de la independencia.
Pero que no libraron la política de hábitos turcos, como el del regateo que toma por bobos a los interlocutores, como hacen en Bruselas Tsipras y Varoufakis.
Los políticos que vivieron de la guerra fría para raptarle a Europa cientos de miles de millones de euros crearon un régimen de golfos que espera aprovecharse ahora del temor a Putin-Rusia.
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SALAS