Aquellas cajas de documentos que los Mossos d'Esquadra iban a incinerar para que se perdieran rastros de su participación en el golpe de Estado de la Generalidad catalana están proporcionándole a los jueces, tanto de la Audiencia Nacional como del Supremo, innumerables pruebas que demuestran hasta qué punto el nacionalismo se había lanzado a destruir España.
Una gran conspiración que por su amplitud fue más peligrosa que el golpe de Estado de Tejero, puesto que este se revertiría enseguida, triunfara o no, mientras que este sería irreversible: cuando un territorio se desgaja de otro ya no hay vuelta atrás.
Por eso, y en esta semana santa con menos productividad opinativa, el cronista vuelve a una crónica anterior absolutamente más válida hoy que cuando se publicó por primera vez:
La actuación de la jefatura de los Mossos d’Esquadra durante el golpe de Estado de la Generalidad catalana presenta una paradójica pero ilustrativa lección para la historia si se confronta con el también fallido golpe del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero el 21F de 1981.
En primer lugar es la Guardia Civil quien está descubriéndole a los jueces cómo se había preparado el golpe independentista, primero con la complicidad y la ayuda logística de los Mossos, y después con su visible y entusiástico apoyo. Y como parece seguir.
Decenas de guardias civiles que participaron con Tejero en la toma del Parlamento fueron declarados inocentes porque actuaron siguiendo “la obediencia debida”, mientras se condenaba a 22 jefes y oficiales y a sus cómplices en el exterior.
La figura legal de la obediencia fue eliminada en 1985: ahora debe rechazarse si atenta contra las leyes y, especialmente, contra la Constitución.
Ya nadie puede segur a un nuevo Tejero, lo que no ocurre con los Mossos, incluso aplicándose el 155, porque con sus simpatías golpistas y obediencia ciega a los electos independentistas contradicen constantemente la Constitución y las leyes vigentes.
Los jefes de los Mossos son los actuales Tejero –también están armados--, pero además carecen de algún superior que mantenga la fidelidad a la Constitución y detenga a los golpistas, como hizo el general y director de la Guardia Civil José Luis Aramburu Topete (1918-2011).
Tras la aplicación del 155 los Mossos no sólo siguen reticentes con la autoridad del Estado a través del Gobierno, sino que siguen ocultando pruebas que demuestran su implicación en el golpe, aparte de las que iban a incinerar.
Siguen siendo un peligro para la democracia que debería depurarse drásticamente o, mejor, disolverse.
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SALAS
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