Sé que lo hacen con buena intención. Probablemente con la mejor. Pero al final se convierten en la correa de transmisión de la peor cicuta que recorre nuestras calles. Y desde luego no es el coronavirus. Es el dichoso miedo. "Súbete la mascarilla". "No uses una de tela". "Abre la ventana de par en par". "Póntela en el coche o en el despacho, aunque estés solo"... En respuesta a todas y cada una de esas "recomendaciones" bienintencionadas, a lo más que llego ya, es a esbozar una sonrisa. Mitad de agradecimiento, mitad de respeto. Ya renuncié a expresar mi visión de lo que está sucediendo. Me cansa. Suele acabar la cosa en conflicto. No vale la pena. El que quiera conocer mis "porqués", ya los leerá por aquí. A fin de cuentas, las cartas ya están sobre la mesa, dispuestas a ser jugadas. A la vista de todos. Pero cada uno tiene su estrategia de juego. El "libre albedrío", dicen que se llama eso. Y los hay que se guardan las cartas, se les vayan a estropear. Y otros las tienen gastadas de tanto uso.
Lo siento. Pero somos objetores de conciencia de ese tipo de "escarmientos en cabeza ajena". Es una asignatura obligatoria en casa. Y si no la apruebas, te quedas sin cena. Bueno, cena te damos, pero te pierdes el postre. Que es el puro disfrute de la vida. Y eso es lo que les está pasando a los que se están poniendo "morados" a base de este miedo tan indigesto, en lugar de "rechupetearse" los dedos con este "pedazo" de vida que nos ha sido dada para vivir.
-Pablo está "alucinando" con sus profesores. Ha sacado unas notas magníficas en el primer trimestre. Juega en el equipo de fútbol de la Universidad de Oklahoma. Se ha independizado ya económicamente gracias a su trabajo de reponedor y camarero cuatro días en semana. Y está loco de ilusión con sus compañeros de "start-up", tras haber sido seleccionados para desarrollar su proyecto en una incubadora de empresas impresionante que tienen allí. No está mal para llevar tres meses "sufriendo" por ahí los rigores de estos tiempos
-Samuel está encantado también, en su apuesta por la Física en Córdoba. No es fácil que, en el primer trimestre de carrera, sientas que has acertado en tu elección. Pero bastaba ver su sonrisa al mostrarnos los jeroglíficos de sus apuntes, llenos de fórmulas, gráficos y todo tipo de galimatías matemáticos y científicos. Está "en su salsa". Ha encontrado un grupo de compañeros muy apañados en la universidad. Y se está manejando de maravilla con las comidas, los desplazamientos y los viajes a casa cada dos o tres semanas, a pesar de los cierres perimetrales, para continuar sus estudios de piano.Son "sólo" tres meses sin ellos. Y puede que algunos piensen que hemos tenido suerte, y que "veremos a ver" qué pasa en los próximos meses. Cosas de los agoreros, que pondrán pegas a algunas de estas fotos porque se vea en ellas mucha gente sin guardar distancias de seguridad, en lugar de alegrarse por la felicidad que destilan. Pero nosotros, como padres, somos profundamente felices viviendo a través de los ojos de nuestros hijos la ilusión en cada paso que dan, sintiendo con ellos cómo disfrutan cada sorbo de sus vidas como si fuera el último. Parece que les tendremos que poner matrícula de honor a ellos, y suspenso a quienes sufren por su marcha. Y Mey y yo, a lo nuestro. A gozar en cabeza ajena. En la de cada uno de nuestros hijos.
De broma, un buen amigo nos decía ayer que hemos sido muy listos, y que les hemos "colado" a nuestros hijos este "rollo" de vivir la vida, disfrutar y viajar, para quedarnos los dos solos, de novios. Pues quizás, sin buscarlo, también sea eso verdad. Tras no pocos años de dedicación exclusiva a ellos, es perfectamente compatible que ellos vuelen y que nosotros vivamos el presente como ellos, con pasión. Nada de valles de lágrimas. La vida es demasiado corta.
Nos encantaría que rebuscaras en tu entorno, en tus redes sociales, o en tu propia vida, buenas razones para VIVIR EL PRESENTE con mayúsculas. Déjate ya de tanta mala noticia y de tanto "mal rollo". Disfruta con cabeza, pero por favor, DISFRUTA. Vive cada instante de tu vida como si fuera el último. Por si acaso.