Director: Francois Ozon
Sí señores, también fui al cine a ver "Grace a Dieu", lo más reciente del prolífico y por acá querido Francois Ozon, quien, por cierto, ya se halla filmando o ha terminado el rodaje de su nueva película, "Eté 84", en celuloide por supuesto. Desde luego, no sabía que la iban a estrenar y de repente ¡bum!, alguien en un periódico habla al respecto, yo me digo "¿cómo o dónde mierda la vio?" y pronto la respuesta me llega al final del artículo (lo único que buscaba, para ser honesto), diciendo que está en cartelera. Para allá fuimos."Grace a Dieu" se centra en un caso real, uno de tantos sobre curas o sacerdotes o padres pederastas que, luego de años, décadas de abusos e impunidad, son llevados a la Justicia, o, cuanto menos, ven sus repugnantes crímenes expuestos, poniendo sobre el tapete el ocultamiento sistemático de la Iglesia Católica al respecto. Antes de continuar, un pequeño paréntesis: es interesante el secretismo o la discreción con que Ozon trató esta película, pues en un inicio de esta película se sabía el título, que era "Alexander" (el nombre del protagonista), y una sinopsis que apuntaba para otro lado: una suerte de drama coral centrado en hombres de mediana edad. Cuando ya se anunció su participación en festivales y su inminente estreno, pues bien, nos enteramos de que trataba sobre los casos de pederastia en la Iglesia Católica. Sigamos. La película está dirigida con el ya conocido buen gusto y la elegancia de Ozon, quien también escribe, solo, el guión, un guión fluido y ágil en su discurrir argumental y en sus saltos entre los personajes, en la punzante e incisiva delicadeza y reflexión con que aborda el tema, sin exaltaciones ni tono acusatorio, con una puesta en escena más sobria que de costumbre, no obstante sobriedad que se siente como una dolorosa patada en los dientes, pues Ozon no emite juicios de valor ni empuja al espectador a posiciones o ideas fijas; en cierta forma se abstrae de imponer toda tesis moral, hace que el espectador se remita estrictamente a lo que ve en pantalla, una historia cruda, dolorosa y extrañamente humana, porque lo que vemos es terrible y repugnante, el curo acusado que no niega sus crímenes y que no parece comprender cabalmente el dolor que ha causado, pero que no parece el monstruo que uno imagina cuando se piensa en tipos que abusan de niños y niñas. Es una película compleja, ciertamente, cuyos dardos parecen más dirigidos hacia el actuar de la Iglesia Católica, que mira para otro lado y hace oídos sordos ante hechos y denuncias, y que, a sabiendas de la situación, permite que un pederasta confeso siga trabajando con niños y niñas. En fin, una película que te deja helado, tenso, inquieto. Cuando comenzaron los créditos finales y las luces de la sala se encendieron, había una sensación extraña en el aire, supongo que era difícil decir algo o ponerse de pie de inmediato. Cosas así te dejan algo abatido, porque además la película, Ozon, se evita ese tufo triunfalista típico de los gringos (véase "Spotlight") y en lugar de ello el final convierte el leve bienestar o plenitud del triunfo de los esfuerzos de los protagonistas en un hálito amargo, como destinado a perderse en la amplia maraña de problemas e injusticias que se viven y registran y denuncian a diario, y que a veces obtiene cobertura, otras solución, pero que luego... luego qué. Qué hacer, cómo seguir...