“Gracias a la inmigración, nuestro país avanza“. Este fue, hace aproximadamente tres años, el lema de una campaña institucional, promovida por el anterior Departamento de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno vasco, con el objetivo de reconocer y poner en valor el trabajo que realizan las personas llegadas a Euskadi, después de verse obligadas a abandonar sus países de origen, sus familias y sus raíces, para intentanr ganar un salario y poder mejorar sus condiciones de vida. Ya entonces estaba calando en la sociedad vasca un discurso perverso, promovido intencionadamente, que asocia inmigración con delincuencia, inseguridad ciudadana y abuso de las políticas sociales.
La crisis económica ha contribuido a reforzar estas posiciones, que están, a su vez, en el origen de un sentimiento racista, que me preocupa y me inquieta porque incentiva la insolidaridad y amenaza la convivencia. He escuhado en más de una ocasión que las personas inmigrantes nos “roban” el trabajo y quienes sostienen estas afirmaciones olvidan que una mujer llegada de otro país es quien atiende a sus padres y madres, cuida de sus hijas e hijos y se ocupa, en definitiva, de sus hogares. Y todo ello por 600 euros, sin contrato y, por supuesto, sin seguridad social.
Vivimos en una sociedad hipócrita que en su día también tuvo que emigrar por razones políticas y económicas, aunque hoy mire con supicacia a quienes hacen lo mismo que nosotras y nosotros hicimos en otros tiempos más negros de nuestra historia. Como Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno vasco entendí hace tres años que las instituciones debíamos romper una lanza a favor de quienes llaman a nuestra puerta y realizan tareas y funciones que hemos rechazado por mal pagadas y mal consideradas.
Ahora queda constatada la necesidad de campañas de sensibilización y concienciación como la liderada entonces por el Ejecutivo autónomo, dado el avance de los prejuicios contra las personas inmigrantes. El racismo y la xenofobia son una realidad, que se alimenta y alimentamos sin tomar en consideración las consecuencias de esta política. El paro no es responsabilidad de la inmigración, sino del modelo de desarrollo capitalista; el recorte de las ayudas sociales tampoco es imputable a la inmigración, sino a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional. Y, por lo que respecta a la inseguridad y a la violencia, no creo que podamos dar lecciones a nadie cuando cada día asistimos a casos de asesinatos y maltrato contra las mujeres.
Un estudio realizado por el Observatorio Vasco de la Inmigración constata que la ciudadanía vasca es cada día “más crítica, menos tolerante y más restrictiva con la población extranjera“. El 68,8 por ciento piensa que este colectivo se benefician excesivamente del sistema de protección social y el 61,4 por ciento afirma que afecta negativamente a la seguridad ciudadana. Este es el caldo de cultivo que después da lugar a mensajes racistas y xenófobos como son los que lanza el Partido Popular en Catalunya. Su líder, Alicia Sánchez-Camacho, defiende la expulsión de las personas inmigrantes sin empleo y si este discurso suma votos en las urnas, Mariano Rajoy lo hará suyo en el conjunto del Estado. Claro que el PSOE no se queda atrás. Zapatero levanta muros en Ceuta y Melilla, al tiempo qua apoya a Sarkozy en su cruzada contra la población gitana arraigada en Francia. Se que este post implica nadar contracorriente, pero no me importa. Alguien debe dar la cara por la inmigración, entendida como un derecho humano de ciudadanía. Si no lo hacemos, la extrema derecha llegará al poder, tal y como esta ocurriendo en Europa, y ese día nos lamentaremos, pero ya será tarde.