Lo primero es que me ha permitido cumplir un sueño de los que se tienen desde pequeña: siempre quise vivir fuera de mi país unos años. Por fin lo puedo tachar en mi lista de “Tareas pendientes para los próximos 50 años”.
Es una suerte haber vivido en una ciudad con tantos contrastes.
Nunca en mi vida me he sentido tan libre como aquí. Quizá porque en España tengo muuuucha familia a la que al final siempre acabo rindiendo cuentas, pero aquí he hecho y he deshecho a mi antojo.
Soy capaz de disfrutar de pequeñas cosas que antes pasaban de largo sin apenas verlas.
Mis cachorros vuelven hablando otro idioma, y con la certeza de que los españoles no somos el ombligo del mundo. Ahora saben que hay niños de un montón culturas y de países diferentes de los que han aprendido día a día. Eso si que ha sido una suerte de verdad. Estando como está el mundo…
Algo ha cambiado dentro de mi: ahora soy más tolerante, más paciente y menos egoísta. Estoy a punto de rozar la perfección… He aprendido a estar sola y eso te obliga a conocerte mejor. Me he enfrentado yo solita a mi lado insoportable y a mi lado maravilloso.
Veo el mar todos los días (eso también lo tengo que tachar de mi lista: “ Vivir en un sitio con mar”).
He conocido a gente increíble, y me he acercado a gente que aunque conocía desde hace muchos muchos años de repente están conmigo, en la distacia, a diario. Y esto si que es un regalo para toda la vida. Me llevo amigos nuevos que sé que estarán a mi lado siempre.
He viajado más que los últimos 10 años.
Ahora valoro más todo lo que dejé en España. Esa cañita con patatas…Y por supuesto he conocido a Curra, mi gran amiga Curra… ¿Qué hubiese sido de mi sin ella…?