Quien no se consuela es porque no quiere, dice un refrán idóneo para que Madrid se lo aplique a sí misma tras no conseguir los JJ.OO. de 2020.
Aunque el triunfo estaba tan claro que hasta hubo un diario de difusión nacional, El Mundo, que publicó nombres del medio centenar de votantes que harían vencer esa candidatura.
La ilusión era tan generalizada que, tras la derrota, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba señaló que “Al que contó que teníamos 50 votos le podían cortar la lengua. Esto, de entrada”. Podría ser que esa filtración influyera negativamente en el COI.
Pero queda un primer consuelo: hace cuatro años Barack Obama apareció gloriosamente en Copenhague proponiendo Chicago para los JJ.OO. de 2016, y a pesar de estar en el apogeo de su prestigio y poder de convicción, llegó Lula da Silva con Río de Janeiro y se llevó los Juegos.
Otro consuelo es pecuniario porque, según numerosos economistas, los juegos de Madrid serían menos beneficiosos de lo que se presume; además, las infraestructuras que cambiarían la capital ya existen, algo que no ocurría en Barcelona antes del 92.
Allí renovaron la ciudad gracias al presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, representante de una España que era ejemplo de democratización y reconciliación tras una dictadura de la que él mismo había sido un notable tornado en demócrata.
El humilde Lula da Silva le ganó al todopoderoso Obama, pero ahora la crisis económica brasileña está provocando grandes protestas, ocasionalmente sangrientas, contra las obras para espectáculos onerosos, como los campeonatos de fútbol o los JJ.OO.
De haber ganado Madrid, en esta España crispada por motivos económicos, sociales y territoriales quizás de aquí a 2020 habría ocurrido algo similar, o peor.
Así que, gracias, Tokio, dicen consolándose muchos españoles.
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SALAS