Un sinfín de avances, como los exoesqueletos, pugnan por poner a caminar a los discapacitados físicos y a los mayores e incrementar su independencia con sillas de ruedas que se controlan con la mente, sillas salvaescaleras, además de esperanzadores resultados en canes que se han curado de su parálisis.
Ya le hubiera gustado a Bran Stark ser agasajado por la tecnología y la ciencia que nos rondan en los últimos años, y no tener que andar siempre a merced de los brazos más musculosos de su comitiva. El muchacho no puede caminar y, por lo tanto, nunca puede pulular a su antojo, así que los fortachones se subastan su peso de niño. Muchos sabrán de quién hablamos, otros no estarán tan al tanto de las andanzas de este muchacho protagonista de una de las series y libros con más tirón del momento, “Juego de Tronos”. Así, Bran, un chico que, a pesar de que sus piernas se niegan a enderezarle, se recorre el mundo en pos de todavía no se sabe qué y dada su condición de habitante de un medievo un tanto particular, se pierde infinidad de inventos capaces de independizarle del fortachón de turno: exoesqueletos, sillas salvaescaleras, coches adaptados, portentosas sillas de ruedas que se controlan con la mente y esperanzadores resultados en perros que se han curado de su parálisis.
No en vano, ahora los discapacitados físicos comienzan a teorizar sobre la posibilidad de levantarse una mañana e ir a por el pan. Sí, porque esas distancias imposibles para un discapacitado pueden abatirse con tecnología. De este modo, esta última parece empecinada en obrar el milagro de Lázaro (eso de “Levántate y anda”), pero, esta vez, con robótica en la ecuación.
El exoesqueleto empezó a fraguarse como una herramienta de uso militar para que los soldados, cuales Hércules robóticos, pudieran levantar más peso en sus tareas de campaña. Sin embargo, el concepto se ha desprendido de las charreteras y ha virado hacia un uso más “civil”.
Así, los ancianos y discapacitados pueden caminar e incluso salir a la calle asistidos por este “andamio” para sus piernas. Por supuesto, siempre hay “peros” acechando a las buenas noticias y algunas son de enjundia como su elevado precio, algunos modelos se cifran en 50.000 euros, o las excelentes condiciones físicas que han de concurrir en la persona que lo usará; pues, además de soportar su peso, necesita resistir el plus del peso del aparato. Pero toda tecnología termina abaratándose y aligerándose con el paso de los años, sólo hay que echar un vistazo a las videocámaras o a los teléfonos móviles con un pasado de armatoste innegable, ¿verdad?
En esta línea, uno de los más avalados es el modelo HAL (Hybrid Assistive Limb) que recientemente ha recibido la certificación de calidad ISO y que seguramente cortará la cinta inaugural de la carrera de los exoesqueletos por hacerse con el mercado. Eso es bueno.
Asimismo, la tecnología se afana en el diseño de robots capaces de arrimar el hombro en el hogar de aquellas personas impedidas por la edad o con una discapacidad física. Los más espabilados pronosticaron que para 1984 nuestras casas ya contarían con este peculiar servicio, pero es obvio que erraron en su vaticinio y a lo único que podemos aspirar, y no está nada mal, es una suerte de silla de ruedas controlada a través de la mente.
Concretamente, la invención corre a cargo del Profesor Hung Nguyen, Decano de la Facultad de Tecnología de la Universidad de Sidney (Australia) y su hijo Jordan, quien también ejerce de profesor en el mismo organismo. Sin embargo, esta silla de ruedas, a pesar de haber demostrado su valía para sacarnos de los atolladeros de una carencia de movilidad (ya ha superado una serie de ensayos clínicos), necesita ahora los fondos necesarios para su comercialización. Sus artífices sostienen que la tarea recaudadora puede llevarles cinco años.
Mientras aguardamos a que los exoesqueletos evolucionen un poco más y que la silla de ruedas ideada por los Hung Nguyen recabe simpatías financieras, los discapacitados físicos (ya sea por lesión medular, vejez o enfermedad) pueden tirar de fenómenos mucho más asentados y menos exóticos, como los coches adaptados (algunas marcas de automóviles lanzan programas de subvenciones) o las sillas salvaescaleras que te ponen en sintonía con la segunda o tercera planta (las que se tercien) de tu hogar sin necesidad de subir esos peldaños que propician las caídas.
A este plantel de buenas nuevas para los discapacitados físicos, se suma otra de calado y ésta corre a cargo de un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge que, según informa, ha ideado un método para revertir la parálisis en perros y devolverles la movilidad de sus extremidades.
Tras un mes de inoculaciones en la médula espinal de un cultivo de células extraído de su hocico, los canes mejoraron su estado. Eso sí, ninguno recuperó el brío de antaño, ni se lanzó en pos de palo alguno lanzado para celebrar la ocasión; pero la mejoría resultó evidente y da alas a los científicos para perseverar.
En definitiva, este es, a grandes rasgos, el patio de avances que se está perdiendo Bran Stark al que suponemos le quedan muchos años de travesía en carreta y seguir catando los brazos de sus compañeros de viaje. De todos modos, contar con amigos que te lleven a todas partes, tampoco está mal. La amistad es un gran invento, no superado todavía por tecnología alguna.