Sin duda que todos hemos visto este signo en alguna parte, para indicar lugares de circulación adecuada a los inválidos o minusválidos en silla de ruedas.
Casi todo el mundo debe conocer cómo es el pavimento y el acceso a los edificios en el centro histórico de Roma.
Quizá alguno, como quienes trabajamos en la agreste geografía de ese centro histórico, tenemos experiencia de los sampietrinis más o menos encajados en suelo urbano, de los escalones en aceras y accesos a los edificios, incluyendo museos, iglesias, cafeterías o tiendas... Muchos, en definitiva, hemos tenido ocasión de ver las dificultades de algún inválido en silla de ruedas circulando -tratando de circular- por ahí.
También -todo hay que decirlo- se puede ver el esfuerzo (que sin suda podría ser más denodado) de las autoridades municipales y de los responsables de la conservación del patrimonio artístico romano, buscando hacer las cosas más fáciles a los inválidos.
Por esta razón, me ha interesado mucho leer el breve artículo que publica The Chronicle of Higher Education, a propósito de una innovación del signo, que en principio tiene que ver con ideas nacidas en campuses universitarios, pero que ahora es noticia sobre todo porque el nuevo signo propuesto acaba de ser adoptado por la ciudad de Nueva York, para sustituir al tradicional.
El nuevo signo, fruto de la iniciativa de un variopinto grupo de activistas del Gordon College, una pequeña institución educativa cristiana en el Estado de Massachussets, ofrece de inmediato la imagen de actividad y sin duda implica la idea de una mayor autosuficiencia del inválido o minusválido en silla de ruedas.
Puede parecer poca cosa, pero sería un gran avance que se lograra la universalización del signo: los inválidos o minusválidos lo agradecerían enormemente, porque pone de manifiesto que se trata de miembros activos -no sólo desde un punto de vista físico- de nuestras sociedades, que no son meros sujetos pasivos, y muchísimo menos un peso o un lastre social.
A veces la acción presente en las imágenes anticipa la misma posibilidad de ser ejercida allá donde también pueda acceder cualquier otro ciudadano que vaya a pie. Cierto que siempre será más fácil hacerlo en Nueva York que en Roma. Pero es de esperar que todo se andará.