GRAN VILAS Cómo me gusta el dinero, cómo me gustaría ser uno de los hombres más ricos del planeta. Me gusta ese momento en que la gente te paga por lo que sea. Creo que lo que me mataría de verdad es no tener dinero. Eso mató a mis antepasados: no tener nada. Me gusta recibir transferencias bancarias. Pero no me estoy haciendo rico, sólo me hago viejo. Se acerca el momento final y sigo igual de pobre que siempre, igual de pobre que mi padre y el padre de mi padre, raza negra de negros españoles, y eso me mete mala y negra sangre en la cabeza. Muy viejo e igual de pobre que todos los viejos de la tierra. Mira que era pobre mi padre y mira que yo amaba esa pobreza, los pobres elegantes españoles con la frente llena del sol del Mediterráneo. Mi padre era un Woody Guthrie de las montañas de Huesca. Era el mejor, siempre guapo, siempre radiante. Pero se murió, así fue, se murió. ¿Por qué no soy rico si soy el mejor de los hombres, si soy un santo, si soy San Vilas, muy colega de mis colegas, un vitalista cordial? Pagan mal en todas partes. Pagan mal en todo el planeta. Pronto ya no pagarán nada, y volveremos adonde siempre estuvo la gente como yo, allá abajo, quemados, enloquecidos, ajusticiados, esclavizados, rotos. ¿Has visto cómo bajan los ríos de la tierra, llenos de cadáveres flotantes, llenos de moscas que se posan en los labios de los cadáveres golpeados por la tiranía universal? No soporto envejecer, dejar de ser la criatura más resplandeciente de la tierra. Ser pobre y joven era tolerable. Ser pobre y viejo será un martirio. Me comeré la pobreza y la vejez con ardiente mala sangre. Y haré milagros, partiré el mar por la mitad y me beberé las olas, los peces y me beberé a todo el alto mando de la marina de guerra norteamericana. Beberé almirantes, capitanes y delfines. Beberé ballenas. También me beberé al alto mando de la marina mercante de los Estados Unidos. Me beberé los portaviones de la OTAN. Necesito cambiar de sangre, de órganos, de vísceras, de cuerpo, pero no de alma. Mi alma estará bien siempre.
GRAN VILAS Cómo me gusta el dinero, cómo me gustaría ser uno de los hombres más ricos del planeta. Me gusta ese momento en que la gente te paga por lo que sea. Creo que lo que me mataría de verdad es no tener dinero. Eso mató a mis antepasados: no tener nada. Me gusta recibir transferencias bancarias. Pero no me estoy haciendo rico, sólo me hago viejo. Se acerca el momento final y sigo igual de pobre que siempre, igual de pobre que mi padre y el padre de mi padre, raza negra de negros españoles, y eso me mete mala y negra sangre en la cabeza. Muy viejo e igual de pobre que todos los viejos de la tierra. Mira que era pobre mi padre y mira que yo amaba esa pobreza, los pobres elegantes españoles con la frente llena del sol del Mediterráneo. Mi padre era un Woody Guthrie de las montañas de Huesca. Era el mejor, siempre guapo, siempre radiante. Pero se murió, así fue, se murió. ¿Por qué no soy rico si soy el mejor de los hombres, si soy un santo, si soy San Vilas, muy colega de mis colegas, un vitalista cordial? Pagan mal en todas partes. Pagan mal en todo el planeta. Pronto ya no pagarán nada, y volveremos adonde siempre estuvo la gente como yo, allá abajo, quemados, enloquecidos, ajusticiados, esclavizados, rotos. ¿Has visto cómo bajan los ríos de la tierra, llenos de cadáveres flotantes, llenos de moscas que se posan en los labios de los cadáveres golpeados por la tiranía universal? No soporto envejecer, dejar de ser la criatura más resplandeciente de la tierra. Ser pobre y joven era tolerable. Ser pobre y viejo será un martirio. Me comeré la pobreza y la vejez con ardiente mala sangre. Y haré milagros, partiré el mar por la mitad y me beberé las olas, los peces y me beberé a todo el alto mando de la marina de guerra norteamericana. Beberé almirantes, capitanes y delfines. Beberé ballenas. También me beberé al alto mando de la marina mercante de los Estados Unidos. Me beberé los portaviones de la OTAN. Necesito cambiar de sangre, de órganos, de vísceras, de cuerpo, pero no de alma. Mi alma estará bien siempre.