Vida y carrera:
Nacido en 1884 en Malamocco (Venecia) pasó por las clases de varios maestros antes de llegar a la Academia de Santa Cecilia. Sin embargo Galeffi sostenía haber sido un autodidacta:
"Por supuesto estudié mucho. Pero nadie me enseñó en realidad. La mayor parte de mi formación musical data de la escuela primaria. A los veinte años empecé mis estudios vocales. Mi método era muy simple: empecé como extra en un teatro. ¡Un extra! No tenía nivel para el coro. Pero escuchaba atentamente a los cantantes. Intentaba imitar su forma de emitir el sonido. Copié sus formas de respirar y cuando consideré que había aprendido lo bastante sobre lo que consideraba los requisitos del canto comencé a aprender papeles. Existía el problema de que no sabía tocar el piano para acompañarme. Mi pianista trabajaba en un bar romano - un lugar poco propicio de hecho. Cuando hube dominado varios personajes reuní el valor para presentarme a una audición. Desde entonces nunca he mirado atrás." El debut vino cantando "La favorita" en Fermo en 1907. Se sucedieron "Thaïs", "Un ballo in maschera" y "Aida". En 1909 cantó por primera vez Rigoletto en el San Carlo. No frecuentó los escenarios anglosajones, lo cual perjudicó su carrera discográfica, pero se convirtió en el principal barítono de La Scala desde el período de Arturo Toscanini. Entre 1912 (Posa) y 1940 (Scarpia) cantó treinta y dos papeles y más quinientas funciones en el templo milanés. Ningún otro cantante de primer rango ha alcanzado tales cifras. Su autor predilecto fue por supuesto Verdi, de quien también interpretó papeles infrecuentes entonces como Simón y Miller, pero no acababa ahí. Con más de sesenta personajes, su repertorio sólo excluyó el Belcanto (excepto Fígaro) y llegó a Wagner (Amfortas y Telramund) e incluso Boris Godunov. Estrenó varias óperas veristas ("Parisina", "L'Amore dei tre Re" e "Isabeau") y gozó de la admiración de Puccini. Su carrera se oscureció en los años cuarenta, pero mantuvo sus principales óperas hasta una edad avanzada. Excéntrico, esquivo e introvertido, al retirarse en 1955 desapareció de la vida pública. Enseñó en el Conservatorio de Ankara hasta 1959. Fue uno de más de tantos cantantes de la época que pasó sus últimos días olvidado y en la pobreza.
La voz, el cantante:
Aunque se le consideró el sucesor de Titta Ruffo, Carlo Galeffi escapó completamente a la corriente creada por su antecesor y se dejó influir por la que entonces dominaba el desarrollo de otra cuerda; la de tenor. A Galeffi de hecho lo llamaron el "Caruso de los barítonos". Su timbre, de una "morbidezza" y una calidez incomparables, compartía con el del tenor napolitano el sugestivo matiz sentimental, la famosa e imitadísima "lágrima". Un instrumento en el que todo, no sólo el color claro, sino la cordialidad y la dulzura, hablaba de una personalidad tenoril. Era también una voz que se distinguía de la escuela antigua (Stracciari, Ancona) por su asombrosa naturalidad. Seguramente se trataba de una de esas voces ya enmascaradas de forma innata. Estas cualidades esencialmente líricas se proyectaban sin embargo a escala heroica "como por medio de un pantógrafo" (Eugenio Gara). En sus comienzos el volumen y el squillo de la voz hicieron escribir a Lauri-Volpi: "Era imposible escuchar una voz más redonda y expansiva: se extendía por la sala como si estuviese compuesta de infinitas vibraciones que a modo de abanico invadían la atmósfera hasta ocuparla completamente". Apuesto y atlético, también por físico era la viva imagen del barítono caballeresco del Ochocientos. Durante sus primeros veinte años de carrera Galeffi prodigó sus medios despreocupadamente: en la tercera década hubo de dosificarse pero la crítica coincidió en alabar una mayor tersura vocal. En sus registros se aprecia la amplitud épica de la "cavata", la facilidad en todos los registros (incluido un sólido la grave) y la dicción mordiente y vigorosa que distinguen al barítono verdiano. Técnicamente no parecía existir el pasaje en su emisión y el perfecto sostén del aire le permitía un legato inmaculado y cantar a media voz sin temer tesituras elevadas. Quizá no poseyera la gama dinámica más sutil de Stracciari y Amato, pero la suavidad del timbre era igualmente sugestiva y eficaz. El personal vibrato, que se fue acentuando, no gustó en el MET. A pesar de todos los matices que dejaron de captar los antiguos medios de grabación, sigue siendo una de las voces de barítono más subyugantes de la historia: una de esas elegidas en las que la tensión entre ideal y realidad no existe.
Como intérprete Galeffi fue fiel a sus características vocales y su mayor fortaleza residió en la cuerda patética y elegíaca. Según el crítico Eugenio Gara, fue ajeno casi por completo a la "maldad" baritonal típica de la época y siempre suscitaba la simpatía del oyente aun en los momentos más terribles o interpretando a villanos como Rance o Tonio. Nada, pues, de los tonos hoscos y la expresión torva y truculenta de los seguidores de Ruffo. Si cayó en algún lugar común fue en el empleo de un tono un poco plañidero, una acentuación intencionada de la "lágrima", que se pronunció en los años treinta mientras la gama dinámica se restringía levemente. El paralelismo con Caruso es evidente. A pesar de su inclinación por la expresión lírica, a Galeffi no le faltaban medios ni vigor para los personajes trágicos. A medio camino entre la solemnidad clásica y la nueva violencia expresiva del verismo, imponía el nervio del fraseo y la incisiva articulación. En el teatro el trascendente squillo completaba las situaciones más explosivas, que en los casos de Rigoletto ("Sì, vendetta tremenda") dejaron una huella indeleble en el público de La Scala.
Entre sus grabaciones destacan los solos de Nabucco, donde el patetismo del acento, la suavidad de la emisión y la amplitud del legato apenas tienen comparación. El Nabucco de Galeffi no tiene que ver con la violencia leonina de Ruffo ("Tremin gli'insani") ni con el mayestático sacerdote de Stracciari. En "Chi mi toglie il regio scettro" el tono es el de un hombre desamparado que se dirige a su hija con ternura. La gran aria "Dio di Giuda" constituye un logro histórico por la dulzura de la mezzavoce (en casi toda la pieza) y un patetismo expresivo que en vano se buscará en intérpretes posteriores. Dos de los registros más bellos, emocionantes y auténticos de la historia del disco. La misma capacidad para comunicar un estado de conmoción espiritual se escucha en las páginas de Rigoletto, pero esta vez coloreada por un sarcasmo tremendamente teatral en "Pari siamo". Pese a ser estupenda, su "Invectiva" se antoja un poco inferior a las históricas de Stracciari o Danise (aparte del pequeño problema al comienzo del cantabile). Aunque como recurso sea algo convencional, sorprenden los tonos oscuros que encuentra en el "Credo", página en principio lejana de sus coordenadas como cantante. Sin embargo la dicción incisiva y la sobriedad del acento son eficaces. En Galeffi se atenuó el distanciamiento del intérprete áulico (Stracciari, Ancona, Battistini) del S. XIX: su Renato ("Eri tu") conserva la nobleza pero se expresa con la sinceridad conmovedora de un hombre de carne y hueso. La suprema tersura de la voz ("O dolcezze perdute") completa el milagro. Fígaro fue uno de sus papeles más famosos: en este registro de "Largo al factotum" la emisión parece libre de las servidumbres de la materia.
Los anteriores registros datan de 1914: existen cuatro discos Edison anteriores y rarísimos. De la longevidad vocal de Galeffi tras más de veinte años de carrera dan testimonio los registros eléctricos, de los que destacamos "O sommo Carlo". Se incluyen sendos solos de sus registros íntegros de "Pagliacci" y "Andrea Chénier"
Giuseppe Verdi – Great Opera Singers / Baritone Arias / 1926 - 1930 Barra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.