Grandes cantantes del pasado: Irina Archipova

Publicado el 12 febrero 2010 por Gino
Vida y carrera:

Irina Konstantinovna Archipova nace en Sverdlovsk, actual Ekaterimburgo, en 1925 (1). Además de seguir la carrera de Arquitectura, estudia en el Conservatorio local y posteriormente en Moscú, debutando en la Ópera de su ciudad en 1953. Con su victoria en el Concurso Internacional de Varsovia (1955) se abren las puertas del Bolshoi de Moscú, teatro donde desarrollará su carrera como principal mezzosoprano: Marfa, Marina, Amneris, Carmen y Éboli se suceden, siempre cantadas en ruso, con creciente autoridad. Durante las dos décadas siguientes llegaron los éxitos en Londres, San Francisco, Roma, Orange y Milán; entonces cantando en el idioma original. Su actividad se extendió más allá de los años ochenta, frecuentando papeles de carácter como Filipevna o la Condesa. Se dedicó a la enseñanza del canto en Moscú, instituyendo un concurso en 1993. Archipova ostentaba el título de Artista del Pueblo de la U.R.S.S. y cuando aparecía en el escenario del Bolshoi, el público la aplaudía en plena representación como se hacía con las estrellas en el MET. Murió el 11 de febrero de 2010 en la capital rusa.
La voz, la cantante:

Archipova poseía un instrumento de mezzo acuto genuino, sin gangas, defectos ni trucos. La fonación era irreprochable en toda la extensión, con un uso de la máscara que la vinculaba a la escuela clásica italiana: esto era reconocible en la perfecta unión y equilibrio entre registros, el grave aterciopelado y la admirable zona aguda, squillante y desahogada. El timbre era pleno, vibrante y redondo, sin las aristas y guturalidades que empezaban a caracterizar en los 50 a los cantantes de escuela soviética. Además de poseer un color bellísimo, cálido y mediterráneo, fue un timbre caudaloso, casi torrencial, pero no se quedaba en eso: el magistral apoyo del sonido le permitía un juego dinámico amplio, con medias voces y pianissimi canónicos. Por si todo ello fuera poco, su dicción era modélica en cualquier idioma y su pronunciación del italiano apenas revelaba sus orígenes eslavos. Estas cualidades la destinaban a los papeles de mezzo verdiana, en los que además jugaba con una ventaja adicional: como intérprete, la rusa parecía impermeable a las peores costumbres del verismo, cuya influencia se percibe incluso en sus más ilustres colegas italianas de posguerra. Archipova no se entregaba a los efectos fáciles, no declamaba, no abría los sonidos, ni prolongaba notas hasta agotar el aire. Tampoco fue una intérprete analítica o intelectual: ajena a la moderna escuela de disección del texto, en ella se prolongó la tradición del cantante instrumento que también era actor vocal. Las claves de su canto se encontraban en la elegancia suprema del legato, la infalible sensibilidad para situar el claroscuro dentro de la melodía y relacionarlo con la palabra, el acento señorial y la bravura del verdadero cantante de teatro.
La maestría técnica y la sensatez para administrar sus medios le permitieron conservar una forma óptima durante décadas, invadiendo la tesitura de contralto sin artimañas y manteniéndose fiel al canto en los papeles de carácter, tantas veces refugio de quienes en realidad ya no cantan.
Audiciones.
La difusión en occidente de los registros soviéticos de A. es muy limitada: apenas se está superando esta carencia gracias a las redes de internet. Por suerte se cuenta con sendos registros de dos papeles verdianos que demuestran que sólo el Telón de Acero evitó que ocupara uno de los primeros lugares en la lírica internacional. De un "Don Carlo" grabado en 1963 con dirección de Naidenov, se seleccionan los dos solos de Éboli y la escena de los jardines (desafortunadamente cortada, pues se omitió "Al mio furor sfuggite invano"). El dominio de la coloratura exhibido en la Canción del velo sitúa esta interpretación entre las mejores documentadas en disco. La ligereza de la emisión le consiente sostener la peligrosa tesitura con gracia y serpentear por los melismas de las cadencias con fluidez. Las notas picadas son impecables e incluso las canta piano cuando se requiere. Las primeras frases muestran la base de la variedad de su fraseo: un continuo balanceo dinámico del legato, elegantísimo y embrujador. Este canto señorial se completa con una rara comprensión del carácter folclórico de la pieza. En el Terceto con Carlo y Posa destaca el timbre squillante, casi sopranil, mientras quizá falte algo de ferocidad en el acento. "O don fatale" hace las mayores exigencias en ambos extremos de la tesitura de esta especie de mezzo Falcon que es Éboli. El recitativo resulta impecable: solemne, agitado, fiero y patético según se requiere en página tan teatral. Lo culmina con un espléndido dob5 que opta por ligar a la frase anterior. El cantabile "O mia Regina" es un modelo de canto ligadísimo y mórbido, notándose sólo un poco de incomodidad en las notas graves. La bravura de la última sección es compatible con la nobilísima línea, que ignora los agudos preparados, despegados de las frases y prolongados sin gusto.
Amneris es un papel de mezzo sin ambigüedades: Archipova dominaba sus dificultades con la misma seguridad, empezando por ese recitativo cantado con que comienza su escena del cuarto Acto. La expresión de esa alternancia entre ira y sentimientos amorosos se apoya en la capacidad de encontrar siempre el sonido adecuado, tanto a través del color como la sonoridad del timbre. Su "Radamès qui venga" (sib2) es autoritario, el timbre oscuro y compacto pero no forzadamente. En "Già i sacerdoti adunansi" el tono es mayestático y amenazador: se admira la perfecta colocación en este tesitura tan grave. Al prorrumpir en "Morir! ah!… tu dêi vivere!…" el timbre adquiere tonalidades sopraniles, la expresión es amorosa (Verdi indica cantabile). La explosión de ira "Chi ti salva" es un torbellino de energía bajo perfecto control. Nuevamente hay que resaltar la ejemplar línea en los ascensos al sib agudo, squillantissimi. En la escena del juicio esta Amneris no pierde la dignidad Sus frases ("Sacerdote: quest'uomo che uccidi") sobre la rugiente orquesta y el coro entusiasman por la facilidad para lanzar esas oleadas de sonido campaneante, timbradísimo, que podrían atravesar cualquier barrera orquestal. Su anatema final, feroz pero siempre señorial, enérgicamente escandida, concluye con un gran si bemol. Una fiera en ropajes reales.
Su papel más popular en Occidente fue posiblemente Carmen. La temible "Escena de las cartas", cruz de muchas intérpretes, no le supone ninguna dificultad vocal. Es demoledora la intensidad de la media voz con que ataca "En vain, pour éviter les réponses amères", pero aun lo es más la dureza de su recitación al anunciar la muerte. Una Carmen de estatura trágica.
Se agradecen al forero Iurodivi sus continuas aportaciones de material relacionado con esta artista.
(1) En el Diccionario Kutsch-Riemens se indica 1929. Barra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.