Marvel, campeón de los dioses romanos…
Como ya había ocurrido en algún año anterior, 1991 no trajo un único evento DC, sino dos… pero esta vez, las consecuencias fueron más allá del propio cómic. 1991 suponía el 50 aniversario de la creación de Wonder Woman, el icono femenino de DC por antonomasia, creado en 1941 por William Moulton-Marston, psicólogo feminista y creador también del detector de mentiras (del que Grant Morrison da una curiosa imagen en su libro Supergods); y en esa época y desde después de Crisis y Legends, la Amazona había vivido el que probablemente fuera el momento álgido de su historia, de manos del dibujante y guionista George Pérez. Pérez se había hecho un nombre en el mundo del cómic gracias a su colaboración con Marv Wolfman en Nuevos Titanes y en Crisis en Tierras Infinitas, y DC le había dado la oportunidad de ocuparse de Diana de forma completa. El guionista y dibujante de origen portorriqueño creó la mejor versión de Wonder Woman que ha existido nunca, tanto a nivel gráfico como de guión, y llevaba ya varios años frente a la serie cuando el personaje cumplió, como hemos visto arriba, medio siglo de existencia.
Para celebrarlo, George quiso poner a Wonder Woman en el centro del Universo DC, y para ello, ideó una saga, originalmente llamada Holy War, pero cuyo título se cambió para no herir sensibilidades (en 1991 nos encontrábamos en plena Primera Guerra del Golfo y Occidente ya empezaba a mirar con desconfianza a ese enemigo exótico que se llamaría Yihad) por el de La Guerra de los Dioses. Con el consentimiento de la editorial, Pérez “disparó” su Guerra de los Dioses, que vería la luz en el formato que DC había establecido para estos eventos (miniserie más cruces). En la serie, Pérez cubrió sobre todo su faceta de escritor, dejando el dibujo en manos de un completo plantel de artistas… que en aquellos momentos era más que discutible. Algunos de ellos, como Phil Jiménez, luego tuvieron una prometedora carrera, y otros como Romeo Tanghal, afortunadamente desaparecieron del mapa, pues sus trabajos eran autenticamente blasfemos. Y la verdad es que para ser una obra de George Pérez, la Guerra de los Dioses fue sorprendentemente floja.
La magia sería una parte fundamental de la serie…
Todo comenzaba a consecuencia del enfrentamiento que los dioses olímpicos y sus contrapartidas romanas habían tenido en las páginas de Wonder Woman, y nos encontrábamos con que un nutrido grupo de dioses (griegos, romanos, egipcios, escandinavos, babilónicos, africanos, haitianos e incluso thanagarianos) comienzan a atacar la Tierra para transformarla a su imagen y semejanza, y a enfrentarse entre ellos, provocando la intervención de los héroes para tratar de evitar esa situación. Wonder Woman lidera a los héroes, tras descubrir que tras todo ello está, como no podía ser de otra manera, su habitual enemiga, Circe, en un plan para destruir a Gea, diosa de la Tierra.
Y a pesar de la sencillez con la que se plantea, quizá por cuestión editorial y de crossover, la Guerra de los Dioses debe ser el evento más complicado de seguir que he leído nunca. Los personajes aparecen y desaparecen, y cuentan cosas que no se sabe muy bien donde ocurren. Y los números dibujados por Romeo Tanghal son infames, pero infames de verdad.
Además, el tiro le salió a Pérez por la culata… o más bien, a DC. Ciertamente, Wonder Woman se hubiera merecido recibir toda la atención de la editorial para su cincuenta aniversario, pero la cúpula editorial decidió poner el peso de la editorial en Armaggedon 2001, y Pérez se enfadó al considerar que se estaba menospreciando su trabajo y a su personaje. El enfado fue a más según le iban modificando personajes que podía o no utilizar, cosas que podía o no hacer, y al final, Pérez abandonó la serie en el número 62, el primero siguiente a La Guerra de los Dioses. Esto hizo que Pérez se alejara de DC muchos, muchos años.
Así que 1991 contó con dos eventos de DC… y a cual peor, la verdad. Y encima, en DC se quedaron sin Pérez. No fue un buen año para ellos, no.