Grandes historias de cosas pequeñas - 13: La flor en el hormigón

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Relato imaginario. Burgos. 14-4-81
Mi vida ha sido una hermosa flor crecida sobre el hormigón de los constructores. Nada supo ella de las verdes praderas , ni de las flores hermanas envidiosas y envidiadas en su breve vanidad. Sóla en su mundo de hormigones grises, frios sin frescor, fuertes sin necesidad y que no resistirían la fractura de un terremoto.
Regaló sus pétalos al viento y éste los estrelló contra las paredes de cemento. Las otras se rieron porque eran pequeños, les tacharon de indecentes por bellos, frágiles e inútiles; ella era una flor inservible, mejor hubiera nacido espino para cercar las obras . Ella era poesía, holgazanería, parásita. Tan débil que lo único que podía soportar eran miradas.
El desprecio se alió con la envidia y gestaron su venganza. Con escupitajos de hormigón la sepultaron. La armaron con una coraza de mortero y piedra. Cuando sus pétalos se desprendían estallaban contra el pavimento y sus esquirlas la herían.
Decretaron el destierro y la arrojaron a un prado lejano. Las coquetas flores de primavera se espantaron al verla. Seguían cayendo pétalos empedrados sobre las flores asustadas.
Paseó el sol sus rayos matinales sobre las flores frescas de rocío, pero la flor vestida de hormigón se abrasaba. Los tallos tiernos rezumaban su jugo y se refrescaban por dentro. Nuestra flor encerrada en su carcel tenía áspero el tallo y la arena crugía al hincharse por el calor.
Pasó el invierno con sus harapos de nieve y su cucillo de hielo. A nuestra flor no le quedó el recurso de refugiar su aliento bajo tierra, en su raíz. Se acostumbró a los moriscos blancos de la nieve y a las uñas del hielo.
Llegó la primavera. La lluvia arrancaba la arena y el hormigón se desmoronaba. Un día se estremeció una hoja. Una noche asomó un tímido capullo. Una mañana recibió la fresca visita del rocío. Un mediodía le acarició el sol. Una tarde apareció la primera abeja...
Cayeron a pedazos los últimos trozos de cemento. La flor se sintió arrugada y desnuda pero no pretende deslumbrar. Ella sabe mejor que nadie el peligro de las miradas envidiosas. Además hay un encanto en las flores marchitas: su aroma es más dulce y el fruto está próximo.