Tiene algo de vegetal columna vertebral el viejo tronco lacerado. Se perciben claramente sus vértebras añosas con un reborde de corteza en los los espacios interveretebrales equidistantes... pero, en realidad, es un anciano tronco torturado. Así lo encontré, aguas abajo de la cascada de Orbaneja del Castillo, en la boscosa ribera del Río Ebro donde desagua la potente surgencia de la Cueva del Agua. Formó parte un día, de joven, de una cerca levantada acaso para proteger a los curiosos que se acercaban al borde del río a contemplar el encuentro del agua burbujeante con la más mansa que arrastra el Ebro desde Santander. Quiero pensar que el paisano que le ató aquellos lazos de alambre no pensó que estrangularían tus carnes condenándote a la lenta agonía de la horca. Sé que han pasado largos años de sufrimiento vegetal. tuviste que sentirte ahogado por ese anillo metálico que te constreñía y asfixiaba impidiendo la llegada de tu alimento, el envío de provisiones a tus raíces. Fueros años de forcejeos, de sangrar savia sobre hilo de hierro hasta abrazarlo, y engullirlo, integrándolo en tus anillos concéntricos y formando el "año de hierro" de tu edad. A pesar de todo sobreviviste. Quizás sobre las heridas, más allá de los oxidados círculos de acero, se estén formando nuevos vasos por los que circula la savia de la vida. Hay algo ti que muchos compartimos: aquellos alambres que cercenaron nuestra infancia no acabaron con nosotros; seguimos aquí, crecimos sobre las cicatrices. Sobrevivimos a los grilletes de la represión.
Tiene algo de vegetal columna vertebral el viejo tronco lacerado. Se perciben claramente sus vértebras añosas con un reborde de corteza en los los espacios interveretebrales equidistantes... pero, en realidad, es un anciano tronco torturado. Así lo encontré, aguas abajo de la cascada de Orbaneja del Castillo, en la boscosa ribera del Río Ebro donde desagua la potente surgencia de la Cueva del Agua. Formó parte un día, de joven, de una cerca levantada acaso para proteger a los curiosos que se acercaban al borde del río a contemplar el encuentro del agua burbujeante con la más mansa que arrastra el Ebro desde Santander. Quiero pensar que el paisano que le ató aquellos lazos de alambre no pensó que estrangularían tus carnes condenándote a la lenta agonía de la horca. Sé que han pasado largos años de sufrimiento vegetal. tuviste que sentirte ahogado por ese anillo metálico que te constreñía y asfixiaba impidiendo la llegada de tu alimento, el envío de provisiones a tus raíces. Fueros años de forcejeos, de sangrar savia sobre hilo de hierro hasta abrazarlo, y engullirlo, integrándolo en tus anillos concéntricos y formando el "año de hierro" de tu edad. A pesar de todo sobreviviste. Quizás sobre las heridas, más allá de los oxidados círculos de acero, se estén formando nuevos vasos por los que circula la savia de la vida. Hay algo ti que muchos compartimos: aquellos alambres que cercenaron nuestra infancia no acabaron con nosotros; seguimos aquí, crecimos sobre las cicatrices. Sobrevivimos a los grilletes de la represión.