Se le conoce universalmente por haber sido el único hombre capaz de interrumpir la monarquía inglesa en más de mil años, declarando una República que, aunque no duró mucho, dejó su sello en la historia.
Pero, ¿quién era ese hombre?, ¿de dónde procedía?, ¿cuales fueron sus motivaciones para encabezar una rebelión que puso en jaque a una monarquía solidamente instalada?
Es por todo ello que he querido realizar este artículo de análisis en el que me propongo desglosar los hechos más relevantes de la vida de Cromwell y reflejar también las que creo que han sido sus dos mejores representaciones en el cine.
Pero no avancemos acontecimientos y dejémonos llevar por el hilo de la historia adentrandonos en las vicisitudes de la Inglaterra del siglo XVII.
Oliver Cromwell nació en la casa familiar de Huntingdon el 25 de abril de 1599. Era hijo de una familia noble de la región de Cambridge y le unía un parentivo lejano con el que fuera hombre de confianza de Enrique VIII, el finalmente caído en desgracia y ejecutado Thomas Cromwell.
Aunque procedía de una familia de terratenientes, los rendimientos de su parcela no eran especialmente importantes y los ingresos eran más bien escasos. Es por ello que Cromwell siempre dijo que había nacido noble pero había vivido una juventud de plebeyo.
Educado según los preceptos fervientes de la nueva Iglesia de Inglaterra, Cromwell abrazó en su edad adulta los principios del puritanismo protestante más radical. Compartía la opinión, cada vez más extendida, de que la reforma religiosa en Inglaterra se había estancado con la llegada al poder del monarca Carlos I quien, habiendose casado con una noble francesa católica, recibía críticas continuas por el supuesto hecho de que estaba bajo la influencia de otras potencias extranjeras anti-protestantes a través de la figura de la Reina.
A pesar de que se sepa relativamente poco de los primeros cuarenta años de la vida de Cromwell, se conoce que en 1636 heredó unas propiedades importantes procedentes de su tío en el municipio de Ely. Esta explotación sí que proporcionaba unos buenos rendimientos y, como consecuencia de ello, Cromwell y su nueva familia volvieron al rango social de los grandes terratenientes.
Anteriormente, en el periodo de 1628-1629, Cromwell había formado parte del Parlamento pero esa experiencia fue muy poco relevante puesto que el Rey disolvió la cámara poco tiempo después de su convocatoria. Once años tardó el monarca en reinstaurar el Parlamento y lo hizo forzado por las circunstancias ya que una rebelión en Escocia puso en jaque al Estado y, la necesidad de conseguir mayores fondos de los nobles, provocó que no tuviera otra opción que reabrir la cámara. En ese nuevo parlamento de 1640, Oliver Cromwell formó parte representando a Cambridge. Nuevamente la oposición de los Comunes a los planes militares del Rey provocó que éste volviera a suspender las actividades de la cámara sólo tres semanas después de haber reabierto. A finales de ese mismo año, sin embargo, no tuvo más remedio que volver a convocarlo y allí fue donde se forjó la rebelión popular que acabaría con su reinado.
La mayor parte de los miembros de lo que se conoció como "The Long Parliament" fueron a las sesiones dispuestos a dar un fuerte golpe de timón a la situación política del país. Estaban indignados por los fuertes impuestos de la corona, el absolutismo radical en las decisiones que tomaba el Rey, y la falta de una garantía de derechos civiles en una sociedad que crecía y que albergaba un futuro que fuera más allá del vasallaje monárquico que había imperado durante siglos. La habitual fe inquebrantable en el Rey se venía abajo por momentos y cada vez eran más los que creían que había reformas imprescindibles que debían llevarse a cabo con o sin la aprobación del propio Carlos I Estuardo.
Un grupo de diputados prominentes (John Pym, Thomas Fairfax, y Oliver Cromwell, entre otros...) fueron los representantes de un sentir general de hostilidad hacia la forma de actuar del Rey. Desde el Parlamento, ampararon la redacción de varias leyes que pretendían limitar el poder monárquico y dar más capacidad a la cámara. Estas disposiciones resucitaban en Carlos I el temor de que pudieran promulgar una nueva "declaración de derechos" que fue, en esencia, un documento que pretendía servir de base para un cambio político en el país que llevara a la redacción de una Constitución que, con el tiempo, amparara la llegada de una Democracia. Fue por esa razón que el Rey disolvió el Parlamento de 1629 y en esta ocasión se propuso hacer lo mismo pero ya fue demasiado tarde.
Cuando en enero de 1642 se presentó en el Parlamento, con 400 soldados, para detener a varios diputados bajo el cargo de alta traición, se encontró que los miembros de la cámara no estaban dispuestos a recibir más desplantes. Los Comunes se valieron de su poderosa influencia en sus regiones y de la movilización popular y militar que representaban y, por ello, fueron capaces de evitar las detenciones y las amenazas del Rey. A partir de ese momento, se consideró que el país se encontraba ya en estado de Guerra Civil y las operaciones militares no tardaron en empezar.
La Guerra Civil inglesa se alargó durante siete años y causó estragos en la conciencia colectiva de la ciudadanía durante décadas. A pesar de unos triunfos iniciales de las tropas monárquicas, los regimientos del Parlamento demostraron tener más tesón, preparación, y capacidad de financiación llegando a ser capaces de someter a las tropas regulares deteniendo al mismísimo Rey en Nottingham a finales de 1646. Pero, incluso en cautiverio, el pérfido Estuardo se las ingenió para enviar peticiones de ayuda a otras naciones, aunque fueran enemigas declaradas de Inglaterra, para intentar recuperar el poder. Esa fue su última y definitiva equivocación puesto que, al descubrirse su plan, fue acusado de alta traición por un comité del Parlamento y ejecutado en el exterior del palacio de Whitehall (Londres) el 30 de enero de 1649.
Oliver Cromwell, que había jugado un papel importante como líder militar de las fuerzas parlamentarias en la guerra, formó parte de la nueva cámara que detentaba el poder legislativo y ejecutivo y que proclamó la República en Inglaterra bajo el término "Commonwealth of England". Pero, cuando una concentración de monárquicos se hizo fuerte en Irlanda, se le pidió que encabezara una campaña militar contra ellos. Ésta fue una cruenta operación militar que Cromwell condujo sin piedad alguna y que se materializó en la práctica eliminación de los reductos realistas en las islas. Además, aprovechó para ser especialmente duro con los católicos a los que diezmó y castigó con crueldad.
Tras una serie de campañas de castigo en Escocia, Cromwell volvió a Londres preocupado por el caos en que estaba inmersa la República. Las diferentes facciones del Parlamento se dedicaban únicamente a mostrar sus diferencias y eso hacía que el país estuviera sumido en una virtual anarquía. En 1653 se llegó a una situación de ruptura en la cámara que algunos diputados aprovecharon para sugerir la figura de un Canciller que detentara el poder ejecutivo convirtiendose en jefe de estado y de gobierno. Cromwell tuvo que renunciar a los principios por los cuales luchó contra el Rey cuando le fue propuesto el cargo de Lord Protector de la República Inglesa. La situación guardaba una gran ironía puesto que su objetivo siempre había sido el de arrebatar el poder del Rey para entregarlo al Parlamento, un órgano que finalmente también se había mostrado incapaz de administrar el país.
Su aceptación del cargo de Lord Protector llevaba implícita la asunción de un fracaso personal que le alejó definitivamente de muchos de sus colaboradores (Thomas Fairfax entre ellos) y le convirtió en un dictador "de facto", puesto que sus ideales primigenios de Democracia estaban aún muy lejos de poder ser aplicados, de forma efectiva, en la Inglaterra del siglo XVII.
Su protectorado duró cinco años, hasta su muerte el 3 de septiembre de 1658 a causa de complicaciones derivadas de la malaria que arrastraba desde la campaña de Irlanda combinada con problemas renales graves. Le sucedió como Lord Protector su hijo Richard pero su figura no suscitaba apoyos en el Parlamento y, obviamente, el régimen empezó a resquebrajarse hasta su finalización en mayo de 1659. Al año siguiente, los nobles reclamaron la presencia del heredero del Rey ejecutado, Carlos II, y con ello se reinstauró la monarquía en Inglaterra que, a pesar de haber vivido en los siglos siguientes varios cambios dinásticos, se mantiene en pie hoy en día como una de las instituciones más consolidadas del mundo.
La crueldad del nuevo Rey también se dejó sentir y los restos mortales de Cromwell fueron exhumados de su tumba en la Abadía de Westminster siendo colgados por cadenas en el Palacio de Tyburn. Se llegó incluso a exponer su craneo en diferentes ubicaciones, a modo de humillación, y no se le enterró en el Sussex College de Cambridge hasta 1960.
Así pues, el legado de Cromwell no tuvo continuidad en el resto de la historia de Inglaterra pero es innegable que, en su momento, fue trascendente y sirvió para demostrar que la voluntad de un pueblo siempre es capaz de derribar una institución por muy sólida que ésta puede ser. La República en Inglaterra duró poco pero su creación y mantenimiento fue la obra de Cromwell, un hombre que hasta el fin de sus días creyó que otra organización política era posible. Su obsesión le pasó factura y comprobó, en sus propias carnes, que para llegar a un objetivo hay que reunciar a muchos de los principios que guiaban su actuación en sus inicios. Fue cruel y contradictorio pero no se le puede negar que tuvo una visión y no le faltó valor y convicción para llevarla a cabo. Es, sin duda alguna, uno de los personajes que más huella han dejado en la historia de la humanidad.
Una trayectoria vital apasionante, unos hechos históricos memorables, y una época mucho más desconocida a nivel cinematográfico que la del siglo anterior con los reyes Tudor, Enrique VIII e Isabel I. Así pues, era obvio que se trataba de un material que el cine debía reflejar en toda su magnificencia y no he encontrado mejor proyecto que el que encabezó Richard Harris en el film Cromwell (1970).
Ken Hughes escribió y dirigió una película que, obviamente, presenta variaciones en los acontecimientos históricos (como todas las producciones de este género) pero que triunfa en la caracterización de los personajes principales: Richard Harris como Cromwell y Alec Guinness en el papel de Carlos I. Ambos estan inmensos y las secuencias en que se les reune en pantalla disponen de unos diálogos que estan entre lo mejor del film. También la reconstrucción de la época está muy lograda, permitiendo que el espectador entre a formar parte del mundo del siglo XVII casi de forma immediata.
Tal como decía antes, para mantener un ritmo de narración cinematográfico continuado, muchas veces hay que modificar la cronología de los acontecimientos, alterar personajes, suprimir otros etc... pero hay que quedarse con el sentido general de un proyecto que va destinado al público en general y que, por tanto, no trata de ser sólo una crónica histórica que puede hallarse en cualquiera de los documentales que se habran producido sobre el tema. Cuando vemos una cinta histórica, lo principal es ver las dinámicas entre los personajes y su implicación en los grandes momentos documentados. Ahí es donde debe residir el acierto de la película y desde luego el Cromwell que dirigió Ken Hughes queda englobado en una lista selecta de grandes films históricos.
Existe otra película, de producción más reciente, que ha explorado la relación entre Cromwell y otro de los grandes impulsores de la rebelión contra el Rey, Thomas Fairfax. El film cuyo título es "Matar a Un Rey" nos muestra una parte de la historia que no fue tratada en la cinta de 1970, donde el personaje de Fairfax es bastante secundario. En esta ocasión, vemos a ambos personajes como amigos y compañeros de causa que se van distanciando, con el tiempo, a medida que Cromwell radicaliza sus posturas y acaba aceptando liderar una República contraviniendo los preceptos que ambos habían defendido años atrás. Tim Roth da vida a Cromwell y Dougray Scott asume el papel de Fairfax.
La película, estrenada en 2003, fue dirigida por Mike Barker y contó además con Rupert Everett en el papel de Carlos II, el restituido monarca inglés que mandó exhibir públicamente los restos mortales de Cromwell como escarmiento ante lo que se calificó de traición máxima al Estado. Se trata de un film muy interesante que nos permite adentrarnos en otros acontecimientos de la vida de Cromwell que no tuvieron cabida en la cinta precedente. Entre las dos películas consiguen trazar un buen retrato de un personaje histórico muy relevante que el cine ha sabido representar con dignidad.