(Por José Crettaz) Invitado por las senadoras Norma Morandini, María Eugenia Estensoro y Laura Montero, participé como panelista en la audiencia “Aplicación de la ley de servicios de comunicación audiovisual. A tres años de su sanción”. Compartí el panel con Henoch Aguiar y Guillermo Mastrini. También había confirmado su presencia el presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), Santiago Aragón, cuya renuncia a ese cargo se publicó hoy en el Boletín Oficial. Por obvias razones no estuvo. Fue un honor estar sentado al lado de dos grandes profesionales, maestros en sus disciplinas, de esos que uno suele leer o escuchar en la vida universitaria, y tiene como referentes. Por todo esto, también era una gran responsabilidad lo que dijera, así que me lo terminé escribiendo. Lo que sigue a continuación es el texto completo de lo que pensaba leer en ese contexto. Por razones de tiempo, lo que leí fue un 70 u 80 por ciento de lo que sigue. A pedido de algunos interesados… ahí va.
Anoche, mi hijo mayor –que tiene 6 años y es muy futbolero- se quedó sin TV porque no cumplió con alguna indicación de su madre. Mi hijo mira todos los partidos que puede, y anoche se complicó. Pero TV no es PC. Y preguntó si podía usar la computadora. Se le dijo que sí porque después de todo aquella pequeña falta no era para tanto. Los siguientes pasos: Google, Roja Directa y, en pocos segundos, gracias a una conexión normal de 5 megas, allí estaba mirando en la PC los partidos en vivo. Como todo chico de esa edad con acceso a la web, prefiere ver TV en Internet. Y de hecho, contra lo que muchos aquí podrían llegar a pensar, mi hijo es fanático de José Zamba, el personaje principal de Paka-Paka. No dejó un solo capítulo sin ver –algunos más de una vez- .
Doy clases en la universidad, y cada comienzo de cuatrimestre hago una encuesta rápida entre los estudiantes, de 18 a 20 años aproximadamente, sobre qué ven y cómo ven. En los últimos años, ya contabilicé algunos primeros casos de alumnos universitarios que no tienen televisor en su casa, que ven TV por Internet. Y sobre películas y series: 11 millones de usuarios únicos mensuales llegó a tener Cuevana, el sitio de cine y series sobre el que los tribunales argentinos no han sabido todavía qué decir.
Estas anécdotas, me parece, vienen a cuento para poner en contexto de qué estamos hablando cuando hablamos de medios y de comunicación en estos tiempos, donde la convergencia tecnológica y las profundas transformaciones en el cambio de hábitos de las audiencias desdibujó completamente las fronteras entre la radio, la televisión y la prensa escrita, pero también está borrando los límites que nos permitían distinguir la radiodifusión de las telecomunicaciones, e incluso más, lo que distinguía a los fabricantes de dispositivos de los productores y distribuidores de contenidos. Hoy podemos decir que grandes conglomerados globales como Time Warner o Disney compiten por la audiencia con AT&T, pero también con Google, Microsoft, Sony o Apple.
La ley de medios, a la que se intentó dotar de un carácter refundacional del país, prácticamente como si fuera una segunda Constitución, se debatió de espaldas a esas realidades. No obstante, es justo reconocer que esta norma trajo al marco regulatorio de la comunicación mediada algunas novedades positivas. En general, un conjunto de buenas intenciones que fueron el resultado de años de búsqueda, investigación y militancia de múltiples actores de la comunicación.
A tres años de su sanción, la ley de medios no cumplió ninguna de aquellas promesas. Quince minutos no alcanzan para un análisis extenso, por lo que sólo me voy a centrar en algunos aspectos:
- La promesa de la desmonopolización
- La promesa de la transparencia
- La promesa de la modernidad
LA PROMESA DE LA DESMONOPOLIZACIÓN
Cuando hablamos de medios hablamos de comunicación y la comunicación pública va más allá de los medios tradicionales, de los que hemos conocido hasta ahora. Hoy, la libertad se llama acceso a Internet. Y el debate clave de esta época pasa por el grado de neutralidad que tendrá esa red de los gobiernos y de las propias empresas que le dan forma. O mejor, qué tan neutral está siendo en este preciso instante.
Creo que se habla mucho de la ley de medios porque no se quiere hablar de una ley de telecomunicaciones. La ley de telecomunicaciones actual es de 1972, y en realidad es un decreto de facto del dictador Alejandro Lanusse. En el 72 no existía prácticamente ninguna de las tecnologías actuales, y las tecnologías de aquella época en general ya desaparecieron. Ni los cables son los mismos.
Si realmente se hubiera buscado desmonopolizar hoy tendríamos triple play ocuádruple play (tres servicios a cambio de una única tarifa y por una misma red). Técnicamente posible sin que se requiera ninguna gran evolución tecnológica. Eso hubiera impactado en mejores servicios, hubiera bajado los precios y agregado oferta de comunicación.
La única situación oligopólica en la que aparece el Grupo Clarín está en Cablevisión en las zonas donde no tiene competencia. Ahora se lo quiere desguazar. Un absurdo total. Incomprensible para cualquier extranjero que trabaje en el ámbito de la conectividad digital. Todavía recuerdo la frase del ministro De Vido diciendo: “Fibertel no existe más”.
En lugar de desguazar Cablevisión, la única red ya instalada capaz de competir con las telefónicas, por qué no se lo deja como está y se permite a las telefónicas dar TV paga. Que todos compitan con todos, y si hay pymes o cooperativas que proteger, que se las proteja mediante excepciones específicas. Eso ya pasó. Si ese proceso se realiza adecuadamente, insisto los precios bajan y los servicios mejoran. Con más y mejor conectividad, seremos más libres todos. Y los pobres, serán menos pobres.
No tenemos triple play ni cuádruple play. Aunque, los que viven en la zona correcta, tal vez tengan suerte. En el área metropolitana de Buenos Aires tenemos un solo proveedor de triple play, Telecentro. A mi me gusta el servicio que ofrece Telecentro, pero me pregunto por qué Cablevisión no puede darme teléfono. Por qué Telefónica, Telecom y Claro y ninguna otra empresa de telecomunicaciones puede darme televisión paga, si tecnológicamente pueden hacerlo.
Ya no sólo no tendremos buenos contenidos, información de calidad, tampoco estamos teniendo formas de transmisión eficientes. Y la política de comunicación que dio como resultado la ley de medios es la principal responsable.
Cablevisión, Supercanal, Telecentro y otros cableoperadores también podrían tener más competencia si nuevos proveedores de televisión satelital directa al hogar hubieran lanzado sus productos en el mercado argentino. ¿Es posible? Sí. ¿Hay interesados? Sí. ¿Pidieron permisos en Afsca? Dicen que sí. Se los dieron, no.
Por eso tenemos un único proveedor extranjero de televisión directa al hogar, DirecTV, que prácticamente duplicó la cantidad de abonados en los últimos dos años. En dos de los tres años que lleva esta historia.
A propósito, si hubiera real interés desmonopolizador, ¿Por qué se autorizó el ingresode Telefónica de España en el accionariado de Telecom Argentina? ¿Por qué no se desmonopoliza el mercado de la telefonía móvil, hacia donde convergen aceleradamente nuevas formas de consumo cultural?
Ahora tendremos posiblemente una operadora estatal en ese ámbito, Arsat. A mi no me asustan las empresas estatales porque no tengo prejuicios ideológios. Lo que sí me frustra es que la falta de planificación demore el desarrollo. Argentina necesita redes de comunicación más robustas. En su lugar, estamos desguazando las que tenemos con el argumento falso de una desmonopolización que hasta ahora ha concentrado más los mercados.
Desde una pretendida supremacía intelecto-cultural se pretende que niños, jóvenes y adultos vean lo que el Estado quiere, pero resulta que todos nosotros vemos lo que tenemos ganas, cuando queremos y, de manera creciente, en el dispositivo que tengamos a mano o mejor nos quede. No subestimemos más a la audiencia, no hace falta simular que interesa distinguir espacio de publicidad de espacio de contenidos.
A esta altura ya debería estar claro que tener canales, radios, diarios y hasta una multitud organizada de ciberactivistas no alcanza para tener audiencia. Tener audiencia es otra cosa, es un trabajo arduo, más complejo, que empieza con un contenido atractivo. La audiencia es indescifrable, caprichosa, insatisfecha, cambiante.
LA PROMESA DE LA TRANSPARENCIA
A tres años de la sanción de la ley, nunca hubo menos transparencia que hoy en la propiedad de los medios. Paradójicamente, del único medio del que estamos seguros de sus dueños es del demonizado grupo Clarín. No trabajo, no trabajé y no tengo ninguna relación con Clarín más allá de la que un periodista tiene con una fuente.
Es cada vez más difícil descifrar los entramados societarios detrás de las empresas de medios. Y si Afsca aprueba los “planes de adecuación” presentados por los grupos que deberán desguazarse lo será todavía más.Ick, Uno y otros grupos de medios propusieron a Afsca desagregados y menjunjes accionarios pensados para disimular, y no para cumplir con el muy claro y específico planteo del artículo 45.
¿Quiénes son los socios del grupo Indalo, de Cristóbal López, en C5N? ¿Son o no son socios Raúl Moneta y Matías Garfunkel en el grupo de radios encabezado por Rock and Pop? ¿Por qué se permitió de hecho la transferencia de esas radios cuando la ley ya estaba vigente y por qué ahora se frena el traspaso de las emisoras de Hadad a Cristóbal López?
La resolución N°1 de Afsca convocó a un censo de medios de comunicación que terminado aún no fue difundido. Sólo sabemos lo que dijo el primer presidente del organismo, Gabriel Mariotto: hay 15.000 empresas de comunicación.
También queremos saber qué pasó con la medidora de rating oficial, para la cual se compró tecnología y know how, y cuánta gente está disfruntando de la televisión digital terrestre estatal, en la que se invirtieron 3000 millones de pesos. En ese sentido, los datos extra oficiales no son alentadores: el 40% de los jubilados y beneficiarios de planes sociales que recibieron por correo los decodificadores autoinstalablres no los están usando.
Parafraseando a Abraham Lincoln, “no se puede mentir a todos todo el tiempo”. Por eso, la falta de un plan técnico saltó a la vista con el fracaso de la licitación para la creación de 220 canales de televisión. Fracaso que se renovó en estos días porque tampoco se cumplió con el plazo de un mes en el cual se iban a presentar los nuevos pliegos para la TV sin fines de lucro. Como no hay plan técnico es temerario otorgar nuevas frecuencias, sobre todo en zonas limítrofes donde podrían verse afectados terceros actores de otros países.
El plan técnico es imprescindible para cumplir con uno de los aspectos más celebrados de la ley: el destino del 33% del espectro a organizaciones sin fines de lucro. En la mayor parte del país, no hay espectro de radio disponible. Por eso Afsca comenzó a entregar frecuencias de FM en sólo 10 provincias. Tal vez ya no sea relevante porque la audiencia de radio, un poco empujada por la falta de calidad de audio por espectro, migra hacia Internet, donde la variedad es infinita y la calidad de audio excelente, siempre que la conectividad lo permita.
A tres años, y hasta donde se sabe, una sola cooperativa accedió finalmente a la posibilidad de competir en el negocio del cable. Y eso no se debió a una medida judicial cautelar, que la hubo y fue rechazada rápidamente. Sólo la presión popular en Santa Rosa, La Pampa, logró que Afsca y Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) lo permitieran. Otras cooperativas tienen la licencia de Afsca, pero la CNDC demora sus pronunciamientos. ¿Por qué la CNDC demora esos expedientes?
Esto nos lleva a la tercera promesa de la que quiero hablar.
LA PROMESA DE LA MODERNIDAD
Hoy, en comunicación, la nueva normalidad es digital. Y digital es comunicación simétrica bidireccional. Me temo que Argentina esté entrando en un proceso de subdigitalización, una suerte de cámara lenta en la que parece haber entrado por el freno que las regulaciones y la falta de debate en los temas clave.
El debate serio en el mundo, el que se centra en el presente y el futuro y no en un pasado que ya no se puede reescribir, está enfocado en qué uso se le dará al espectro radioeléctrico. En varios países territorialmente pequeños, toda la televisión ya va por cable. En un país de relevancia territorial más importante, como el Reino Unido, un informe técnico acaba de recomendarle al Parlamento que resuelva destinar todo el espectro que usa la TV a mejorar la Internet inalámbrica. Y que la TV vaya por banda ancha.