Creo que hay que empezar por afirmar que España abrió en 1992 dos rutas, una que pretendía situar a España en la cúspide del mundo, demostrando que era capaz de hacer lo que nadie había hecho antes, nada menos que organizar una Exposición Universal y unos Juegos Olímpicos en el mismo año y en el mismo país,dotando a España de rasgos emprendedores, científicos y tecnológicos avanzados, y otra ruta, la del pelotazo, que, por desgracia, conducía a la corrupción y al abuso de poder.
Eran la "Era de los Descubrimientos" y la "Era de los Pelotazos", la "Expo-sición" y la "Expo-liación" conviviendo en torno a la Expo 92 y a los Juegos Olímpicos, en los mismos aledaños del poder. En Sevilla y Barcelona convivieron la grandeza y el empuje con el dinero fácil y la corrupción del poder. En Barcelona, el protagonismo del expolio fue para Jordi Pujol y su partido; Sevilla fue el coto de caza de un socialismo que empezaba a carecer de escrúpulos.
La de los descubrimientos pretendía convertir a España en un país innovador, científicamente avanzado y capaz de situarse entre las naciones más pujantes y competitivas del planeta, mientras que la Era de los Pelotazos abría una puerta siniestra que conducía hacia el dinero fácil, hacia instituciones públicas poco limpias y hacia una concepción de la política en la que se imponían la suciedad, el enchufe, el tráfico de influencias, el amiguismo, la escasez de ética y una escalofriante tendencia a utilizar el poder en beneficio de los políticos y de sus partidos, relegando al ciudadano y al bien común a la trastienda.
Por desgracia, la vía que conducía hacia lo sucio fue la que más triunfó en el futuro y por eso España no es hoy un país mundialmente conocido por sus empresas tecnológicas, ni por su capacidad de innovación y de desarrollo empresarial puntero, sino más bien famoso por su corrupción, por el número de políticos en prisión, por el divorcio entre ciudadanos y el poder y por el profundo deterioro de la democracia y de los valores.
Todo empezó en 1985, cuando Felipe González tocó la campaña y España comenzó a correr hacia la gran aventura de 1992, su gran apuesta como nación moderna.
Quiero advertir que los que crean que estos artículos sobre la verdad de la Expo 92 van a servir para enviar a más sinvergüenzas y ladrones a las cárceles españolas se equivocan. Ni tengo pruebas determinantes para implicar a personas concretas, aunque si poseo muchos testimonios y vivencias, ni tengo interés alguno en acusar a nadie de los desmanes y abusos de entonces, ya difusos y casi perdidos en la lejanía del tiempo. Lo que sí pretendo es interpretar con verdad aquellos años ricos y valiosos de la Historia moderna de España y analizar con cordura y frialdad acontecimientos que proyectan dos realidades: por una parte grandezas y esfuerzos de gran valor y mérito; por otro lado miserias y corrupciones que, vistos desde la distancia, fueron el embrión y la puerta de las miserias y corrupciones de la España del presente.
Comparadas con la de ahora, aquellas corrupciones y abusos que tuvieron lugar en torno a 1992 fueron poco sofisticados, casi de principiantes, comparados con los complejos y sofisticados métodos que hoy existen para delinquir desde las instituciones, palacios y oficinas del poder. Pero aquello fue la antesala de ésto y al estudiar aquello se entiende mejor una realidad actual de enorme importancia: la corrupción, en España, se inició en la cúspide y en el corazón del Estado y desde allí descendió y contaminó a una sociedad que por entonces era tan honrada e inocente que ni siquiera sabía imaginar que sus dirigentes estaban violando la Constitución, prostituyendo la democracia, contaminando la sociedad y machacando la decencia.
El principal objetivo de estos artículos es proyectar una imagen más real y completa de lo que significó la Expo que la que nuestros políticos y sus vasallos difunden, siempre con colores y tonos pasteles, autocomplaciente, sin crítica alguna, escondiendo verdades molestas y ocultando abusos e iniquidades, engañando a los ciudadanos, en definitiva.
Francisco Rubiales
(Nota: primer artículo de la serie "Expo 92: Crónicas de la verdad" que irán publicándose durante la conmemoración del 25 aniversario de la Exposición Universal Sevilla 1992)