Beastars ha metido la directa hacia lo oscuro e inesperado. Este cuarto volumen es la prueba de ello. Un Legoshi encandilado de la conejita Hal todavía se debate en su interior tras los sucesos del mercado negro ¿De verdad esta enamorado, o es solo su instinto de caza? Mientras tanto Juno, una joven loba recién llegada al club de teatro suspira por Legoshi. Todo esto cuando se acerca el día del acontecimiento más esperado por todos los enamorados: el Festival del Meteorito. Un vertiginoso e impactante volumen, donde conocemos el verdadero y perturbador pasado del ciervo Rouis, destapamos a la verdadera Juno y tenemos un conflicto amoroso de lo más interesante.
A la vez, la vibración conspiranoica que rodea el universo de Beastars se vuelve más real. La diferencia entre carnívoros y herbívoros cobra nuevas dimensiones. Ya no hablamos solo de violencia (que sigue amenazando a todos), sino también del amor. Itagaki aprovecha la ocasión para reflexionar sobre las relaciones humanas entre personas de distinta etnia. Un cuarto volumen arrollador, con un par de momentos de absoluto shock y que nos deja colgados con un cliffhanger de vértigo. En cuanto al dibujo, creo que Itagaki mejora y mejora con cada nuevo tomo. La composición de página ya era uno de sus fuertes desde el comienzo, pero en este caso el nivel de detalle y expresión humanoide de cada protagonista enamora. Necesito el quinto tomo YA.
Llegamos a mitad de serie con Wayward. Los nuevos dioses de Japón han surgido de una vez por todas en las calles de Tokio y el mundo nunca volverá a ser el mismo. Esta tercera entrega de la serie nos presenta el choque frontal de la modernidad frente a las viejas costumbres. Al igual que Neil Gaiman en American Gods, Jim Zub sostiene un panteón de dioses creados por las nuevas tendencias humanas que dejan morir poco a poco la fe de antaño. Los que en un momento fueron agredidos, pasan a ser el bando agresor. Todo ese mundo oculto y tradicional es volatilizado por la destrucción sin sentido de esta nueva hornada de dioses ¿Quiénes son realmente los buenos de esta historia?
La tercera entrega de Wayward lleva a una nueva dimensión la serie. Una que tiene consecuencias en el mundo que los rodea. Los nuevos dioses no están pensando más que en destruir. Aunque la entrega adolece de un ritmo tan frenético que no da espacio a los personajes para ni siquiera respirar, gracias a una espiral de violencia desenfrenada al más puro estilo hack & slash, la historia sigue creciendo un pasito más allá. Es cierto que no les da a los personajes ni a la trama tiempo para hacer una buena progresión, pero el entretenimiento está asegurado y la reflexión sigue vigente ¿Modernidad o tradición? ¿Deben ambas encontrar juntas un camino para coexistir, o destruirse?
El arte de Wayward sigue siendo de locura. Si Cummings crea personajes expresivos, acción que quita el hipo y paginas completas en las que perderse; el color de Tamara Bonvillain es delicioso. Sin ninguna duda, este tercer volumen despunta en las escenas de lucha, tan abundantes como brutales. Y finaliza, como cada uno de los dos volúmenes anteriores, con unos ensayos de lo más interesantes. Me quedo particularmente con el primero titulado ¡Ataque a los yokai! El periodo Meiji, que habla sobre el aislamiento total de Japón durante esta época y como se reabrió al mundo, poniéndolo en comparación con la tradición yokai. Una delicia de lectura para todo amante de Japón y su cultura.
Con La pequeña forastera me ha ocurrido lo mismo que con Beastars. Tras conocer a su autor, tengo otra forma de leer y ver su obra. Es más, La pequeña forastera tiene mucho del Nagabe que pudimos conocer en el último Salón del manga de Barcelona. Es intimista, con peculiar gusto por lo grotesco y extraño. Tiene unas obsesiones muy definidas. Esta quinta entrega parece pisar un poco el acelerador, con alguna que otra escena de acción y dando pie a respuestas que buscábamos desde el comienzo. No es que se revele grandes interrogantes, pero si que la información da para encauzar un poco más la historia ¿Por qué Shiva permanece inalterable pese a que un ser del exterior la ha tocado? La respuesta, la podéis interpretar a través de este volumen.
La pequeña forastera es una serie para degustar, no para devorar. Lo hemos visto desde el inicio. Su goteo de información es un poco frustrante para el lector, pero a la vez, parte de su encanto. Es un circulo que cada vez se va haciendo más grande con algo prometedor. Este volumen es cuanto menos, el más íntimo de todos. Se enfoca de pleno en la estrecha relación que Shiva y el Doctor mantienen. El dibujo, sigue siendo el arma diferenciadora. Le otorga a todo ese grado de majestuosidad y tenebrosidad por el que nos sentimos atraídos. La sensación de cuento popular sigue vigente, como en cada panel que hemos leído. Cierra este volumen con una nueva situación,. Un nuevo punto en el camino, por así decirlo, que puede ser muy interesante.
Tras el cliffhanger que nos dejaba nuestra querida Esther con su decisión al final del tercer tomo de Giant Days, regresamos justo después, cuando sus fieles compañeras de pasillo Daisy y Susan deciden ir a su rescate. ¿Quién no ha tenido crisis existenciales en su adolescencia y querido tirar todo por la borda? ¿Cómo se supera la ruptura de una relación que te ha calado hondo? ¿Qué tan difícil es independizarse para un estudiante? La cuarta entrega de Giant Days recupera toda su esencia y nos planta otra vez una flecha en el corazón directa a la nostalgia de nuestras propias experiencias universitarias.
La primavera ha llegado a la universidad de Sheffield, y con ella, los números 13 a 16 del divertido slice of life guionizado por John Allison. Una vez más, la entrega acierta de pleno al trasladarnos situaciones de lo más realistas aunque siempre con su puntito de gag. Una mirada al drama, los problemas y la diversión que suponen esos alocados tiempos que recordamos con nostalgia. Buscar piso para el próximo año, tener diferentes y extrañas citas o incluso, descubrir que no tienes talento para hacer una película de cine independiente. Una serie alegre y de lo más humana, disfrutable cuando tengas un momento débil y necesites la compañía de estas simpáticas adolescentes para alegrar tu pequeña patata.
Vuelve a estar a la altura, una vez más, el arte de Max Sarin. Recupera en esta ocasión las expresiones faciales y los caretos que tanto gustaban de la primera entrega. Crea para el volumen toda una galería de personajes, que quien más o quien menos, alguna vez ha conocido en sus vidas. Pero lo insuperable en esta entrega, es el color de Cogar. Alegre, con ese aire cartoon tan marcado y que, sin ninguna duda, se sale en el último número de este tomo ¿Cómo serán los exámenes finales y el verano de nuestro particular trío? En el quinto número lo sabremos.
Continuando justo tras el frenético volumen anterior, este séptimo tomo de Platinum End nos muestra por fin la historia de fondo de Kanade y por qué, al igual que el resto de candidatos a Dios, planeaba suicidarse. Mirai logra anular el virus asesino de Kohinata con la flecha blanca y encuentra una oportunidad para contratacar, pero en su interior, Mirai tiene un debate interno que le hace dudar. Este séptimo tomo de la serie me ha resultado hasta cierto punto, desesperante. Parece que está a punto de arrancar, pero nunca lo hace. En realidad, lo peor que le ocurre a Platinum End es que tiene un hermano de los mismos autores llamado Death Note que pone el listón demasiado alto.
El mayor fallo de la serie es la falta de calidad en el desarrollo de la trama. El universo que ha creado Obha es fascinante y las normas del juego dan muchísimo juego. Pero los discursos, que como en Death Note llenan páginas y páginas sin despegarte los ojos, aquí se sienten vacíos y repetitivos. Mientras Death Note te daba intensidad y tensión en cada página, aquí salvo algún giro peculiar, todo es esperable. Protagonista y villano son dos caras tan diferenciadas que no dejan pie a ningún conflicto moral. El lector tiene claro a quién dar su apoyo y eso quita interés a la obra. Aún con todo, solo por el arte de Takeshi Obata, ya merece la pena la lectura. Menudos planos y detalles. El señor Obata es un crack indiscutible.
Y vosotros ¿qué lecturas comiqueras me recomendáis?