Si bien el clima era parecido al de mi Escocia natal -aunque mi apellido pueda mover a confusión, soy nacido y criado en las Highlands-, el pasado sábado se incrustó en el ánimo y en la mente del señor Barbusse la obcecada y urgente idea de obligarse a salir muy de mañana con el fin de, según sus palabras, "gratificarse por la llegada de la primavera". Semejante cursilada no es otra cosa que el eufemismo con que mi representado intentaba justificar -ante los demás y ante sí mismo- el gasto en la adquisición de nuevos libros y el posible desorden de conciencia que ello pudiera generarle. En fin, este hombre no tiene arreglo. El hecho es que para saludar a la época de las flores y las abejas -por no decir de las rinitis y de los lloriqueos oculares- se echó al bolsillo estos tres ejemplares que acaba de incorporar a su biblioteca y que desea que yo les dé a conocer a ustedes. Él tiene el dilema moral de por cuál empieza. Y yo el de cómo cuadrar balances y cuentas, si esto sigue así.
Mucho caballo veo yo por ahí, si les soy sincero.
Les saluda, E. Duvenand.