(JCR)
En mi anterior post hablaba de situaciones en las que la Iglesia en África no parece estar a la altura de las circunstancias y da señales de vivir de espaldas a la sociedad. Hoy tengo que mostrar la otra cara de la realidad : la que muestra una Iglesia
Recomiendo vivamente la lectura de la carta pastoral « El pueblo congoleño tiene hambre y sed de justicia y de paz. El coraje de la verdad » (El texto está disponible en www.cenco.cd). Los obispos no se han mordido la lengua al afirmar que « el proceso electoral ha estado manchado de graves irregularidades que ponen en tela de juicio la credibilidad de los resultados públicos ». En un párrafo anterior se denuncian « casos de pucherazos perfectamente planificados, numerosos desgraciados incidentes en los que ha habido muertes de personas y, en algunos lugares, un clima de terror mantenido y diseñado para cambiar los votos de las urnas … Es una vergüenza para nuestro país ». La Conferencia Episcopal Congoleña concluye que « no se puede construir un Estado de Derecho en una cultura de fraude, mentiras y terror, de militarización y de ataques a la libertad de expresión ».
Un mes antes, tras anunciarse los resultados de las elecciones el 9 de diciembre, el cardenal Monsengwo, arzobispo de Kinshasa, había dicho que los resultados finales anunciados por la Comisión Electoral Independiente « no se conformaban ni a la verdad ni a la justicia ». A esta declaración siguió una campana de desprestigio del cardenal, en la que se le dedicaron toda clase de insultos por parte de gobiernos próximos al poder en medios de comunicación estatales. Los obispos, en su carta, condenan esta campana de difamación, que –a su modo de ver – certifica « la emergencia de un pensamiento único que tiende a suprimir toda opinión contraria ».
Razones tienen los obispos para decir estas y otras cosas. Durante la campaña electoral, en octubre y noviembre, yo mismo fui testigo de casos de intimidación, secuestros de personas simpatizantes de la oposición y del uso descarado de recursos del tesoro público en favor de la campaña de Kabila, llegando incluso a repartir dinero del Estado en sobres para sobornar a los indecisos. A los líderes de la oposición que querían venir al este del país para dirigirse a los electores, se les bloqueaban los vuelos. Y el día de las elecciones el catálogo de irregularidades graves no tiene fin : presidentes de mesas electorales que se llevaban las urnas a sus casas, soldados que obligaban a la gente a ponerse en fila y les repartían las papeletas de Kabila, observadores de la oposición expulsados de los colegios electorales, lugares de la provincia de Katanga donde se dieron datos de participación del 100%, con todos los electores votando por Kabila… por no decir nada de los resultados de 2.000 colegios electorales de Kinshasa (uno de los bastiones de la oposición) que desaparecieron de un plumazo.
El pueblo vive « frustrado », reconocen los obispos. No es para menos. La campaña electoral del presidente Joseph Kabila ha utilizado descaradamente el tesoro público, algo que esta expresamente prohibido por la Constitución (el documento denuncia con claridad la « apropiación de las arcas públicas para la familia en el poder »), y el resultado es que no hay dinero para nada y que los funcionarios llevan dos meses sin recibir sus salarios. Señal de esto es que la fiesta del Año Nuevo, que en el Congo la gente celebra por todo lo alto, este año ha pasado en silencio y tristeza porque la gente no tenia nada para hacer ninguna fiesta. Durante estos días me sorprende la cantidad de veces que me paran los policías de trafico, no para intimidarme o pedirme sobornos ante infracciones inexistentes, como estaba acostumbrado a ver, sino sencillamente para mendigarme con cara de circunstancias que les de algo para que en su casa puedan comer. En estas circunstancias, se agradece que los obispos exhorten al pueblo a no ceder al pesimismo ni a la violencia. A continuación, dan sus recomendaciones a los distintos actores políticos :
- a la Comisión Electoral le exigen que corrija los graves errores cometido o en caso contrario que dimita.
- al Parlamento le piden que revise la composición de esta Comisión;
- al Gobierno, que deje de utilizar el tesoro público para sus intereses personales ;
- al ejército y la policía, que no obedezcan ordenes injustas,
- y a la comunidad internacional que apoye al pueblo congoleño en su búsqueda de justicia y paz.
Tal vez los obispos podrían haber hablado antes, pero poner de acuerdo a los prelados de 47 diócesis, mas un buen número de obispos auxiliares y eméritos no es tarea fácil y lleva su tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que hoy hay menos obispos críticos con el gobierno que hace cinco años. Pero por lo menos la posición de la Iglesia Católica con respecto a las elecciones ha quedado clara y nadie podrá decir que se ha callado delante de injusticias tan flagrantes.
Pienso, además, que hay que poner este mensaje en su contexto. Países como Francia, la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos han expresado de diversas formas su preocupación y críticas sobre las irregularidades cometidas durante las elecciones, aunque hablar es una cosa y tomar medidas es otra. La Unión Africana, haciendo gala una vez mas de su carácter de club de dictadores que se cubren unos a otros, dijo desde el primer momento que el proceso había sido libre y justo y que los resultados eran transparentes. Al final, sea cual sea la posición adoptada, los países donantes parecen estar dispuestos a seguir manteniendo un gobierno que se hace cada vez mas dictatorial y corrupto. Mención aparte merece el caso de bajada de pantalones de Bélgica, que en un comunicado enviado recientemente por su nuevo primer ministro al presidente Kabila, dice : « Al tomar posesión de mi cargo quisiera felicitar al pueblo congoleño por haber acudido a las elecciones que le han confirmado en el puesto de presidente de la República Democrática del Congo ». Remitiéndome a los hechos, tengo muy claro que la Iglesia defiende los valores de la democracia y los derechos humanos muchísimo mas que países que se tienen por modelos del Estado de Derecho pero después se inclinan antes quienes pisotean la democracia.