Gracia avanza imparable hacia el patíbulo. El primer ministro del país heleno se ha plegado una vez más a los dictados Merkel y Sarkozy, y ha pedido a su Gobierno que pise el acelerador de las privatizaciones y los recortes sociales. El dinero obtenido de la aplicación de esta política económica servirá para pagar la deuda contraída con Europa, pero conducirá a la población griega al borde del precipicio de la pobreza. Habrá despidos masivos, reducciones drásticas de salarioa, prejubilaciones en masa, que no saben cuánto ni cuándo cobrarán. y venta de empresas públicas a precios de saldo a la iniciativa privada, que, una vez más, hará su agosto en época de crisis. La última novedad es la obligatoriedad de una tasa inmobiliaria, de 3 a 16 euros por metro cuadrado, que se abonará junto al recibo de la luz. Las personas desempleadas también pagarán, aunque sea una cantidad menor. Si no lo hacen, no tendrán luz en sus hogares. Por supuesto, las edificaciones del Estado y la Iglesia quedan exentas de este atropello. Es evidente que hay un gran descontento social en Grecia, pero yo me pregunto ¿para cuándo la revolución?
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